Análisis de Eduardo R. Di Cola Diputado Nacional (MC) publicado en Ramble Tamble y con el que coincido totalmente...
Más allá de las diferentes lecturas que se hagan, no caben dudas que la del jueves fue una dura advertencia para la oposición.
Estamos en un país donde el oficialismo hace lo que le corresponde.
Garantiza gobernabilidad. Conducción detrás de un modelo plebiscitado por la inmensa mayoría.
Un oficialismo que representa (diría sobre-representa) a la mayoría democráticamente expresada en la urnas desde hace más de una década
Efectuando un análisis con la mirada puesta en el gobierno, sin temor a equivocarnos podemos afirmar que estamos en un país normal.
Un país donde el oficialismo hace lo que le corresponde respetando todas las garantías constitucionales.
Lamentablemente los que no hacen lo que les compete es la oposición.
Es lógico, bueno y habitual en el mundo que una porción de la sociedad tenga una visión diferente a la que interpreta el oficialismo. Lo anormal es que esa porción de la sociedad esté carente de representación.
Es penoso ver a dirigentes de la oposición que hablan de debilidad institucional, cuando son ellos mismos los que debilitan a las instituciones por no hacer los que les corresponde como tal.
La oposición ha fracasado estrepitosamente, exhibiendo una llamativa incapacidad para mostrarse como una alternativa superadora. Como una alternativa sólida en las propuestas y con capacidad organizativa para constituirse en un polo de poder confiable en su capacidad para garantizar gobernabilidad.
Es llamativo que esos dirigentes opositores no se pregunten seria y sinceramente como es que frente a esa porción social que pretende un cambio, no logren conformar una estructura que de cara a una elección, expresen en forma continua, sólida y consolidada cuanto menos un 35 % del electorado, como sucede en innumerables sociedades democráticas
Como es que frente a la diversidad cultural de un país extenso como el nuestro los “dirigentes” que dicen tener “representación nacional”, no pueden hacer pié sólidamente como estructura política ni como candidato presidencial en ningún distrito.
Preguntémonos los argentinos, sin distinción de oficialismo ni oposición, ¿qué nos estaría pasando como país si no tuviéramos un gobierno que reconstituyó y continúa garantizando el principio de autoridad detrás de un proyecto político que se lleva adelante?
¿Qué estaría pasando en el país si esa mayoría que hoy nos sentimos representados en el oficialismo, estuviéramos sin representación, desorganizados y sin contención?
¿Quién garantizaría la gobernabilidad si el oficialismo se comportara con la misma actitud individualista y disociadora de la oposición?
Hace poco más de una década la consigna fue “que se vayan todos”.
El jueves pasado, lamentablemente algunos volvieron a expresarla.
En todo caso para esos sectores sub-representados la consigna debería ser “que se vayan todos los dirigentes opositores”, que den paso a nueva dirigencia. Que dejen de estar planteando falsas unidades que duran hasta que se arman las listas para luego cada uno y antes de las elecciones tome su propio camino. Incluso haciendo campañas separadas y con críticas a sus “propios aliados” con quienes comparten la boleta electoral.
Que dejen de estar saltando por diferentes partidos para ver como siguen siendo legisladores, y que abran el camino para los que estén dispuestos a reconstituir las estructuras partidarias a partir de propuestas serias y responsables.
Hoy quienes están sin representación deben castigar a los que diciendo que los representan solo lo hacen para ver como continúan usufructuando un espacio como diputado o senador.
Se equivocan los manifestantes de ayer en cargar sus enojos en contra del oficialismo. Estamos en una sociedad democrática donde el oficialismo tiene suficiente legalidad y legitimidad de origen y de gestión.
Deben enojarse con los dirigentes que tienen la obligación de representarlos, y que para ello deberían hacer lo que les corresponde en cuanto a generación de propuestas y construcción de poder político.
Si no lo hacen, no es porque no haya sectores de la sociedad que estén predispuestos a escucharlos y acompañarlos.
No lo hacen por su propia incapacidad y falta de voluntad.