1.6.10
‘El ajuste’, ¿qué es? (Por Santiago Niño Becerra)
Introducción. Conocemos como ha ido el proceso: a fin de superar el agotamiento del modelo de crecimiento allá por los 80 de los 1900, ilustración se puso en marcha un proceso muy ingenioso basado en conceder capacidad de endeudamiento prácticamente ilimitada a todo el mundo: a quienes nada justificaba que la tuviesen debido a que ridículo era el valor que generaban, y a dársela en proporciones gigantescas a quienes si lo estaba.
A los primeros se le dio a fin de mantener contenidos sus salarios y para que con la ilusión pudieran llegar a donde de otro modo no hubieran podido: ¿a quien no le gusta usar una corbata o un foulard de Hermes diferenta cada día?, a los segundos para que pudieran acudir con más asiduidad a la Avenue Montaigne. Podría decirse que fue el igualitarismo de otra manera.
Lo anterior tuvo que venir acompañado de una capacidad productiva creciente y de un comercio internacional al alza, capacidad productiva y comercio internacional que tenían que ser financiados: por el lado de las ventas, por el de las compras, por el de los superávits, y por el de los déficits. Y financiación que tenía que ser sostenida, asegurada y apalancada, es decir, financiada, superfinanciada e hiperfinanciada.
Y se creció, mucho, mucho: tomando como índice 100 el PIB equivalente de los países de la OCDE en 1987, en el año 2007 ese PIB había ascendido a 163,56, casi 64 puntos en veinte años, ¡no está nada mal!, pero ese crecimiento no fue gratis -¿algo lo es?-: una masa crecientemente monstruosa de deuda ha estado siendo la base sobre la que se ha estado construyendo este magnífico crecimiento económico; hasta que se ha llegado a un agotamiento físico, a una crisis sistémica, por imposibilidad -física- de continuar funcionando de tal modo.
Desarrollo. En Septiembre del 2007 todo comenzó a romperse, y tras ayudas, garantías, avales y rescates que han colocado la deuda pública y el déficit de los Estados y Entes Locales en niveles jamás vistos y nunca antes alcanzados (olviden la época de la conversión de la deuda que realizó en España el ministro Camacho), y después de asimilarse como posibles impagos generalizados de deudas privadas y bancarias, se han puesto en marcha ‘los ajustes’; los ajustes, y, ¿qué son?.
Un proceso de ajuste como cualquiera de los que se han puesto en marcha en el planeta o cualquiera de los que se van a poner en marcha en los próximos días (o de los que se van a continuar poniendo en marcha después), supone, por un lado, una marcha atrás, un desandar el camino, pero, por otro, un retroceso: como hay que ‘dejar de hacer’ con lo que no se gasta en eso hay que ‘hacer otra cosas’ -devolver, pagar, asegurar el retorno- el ajuste supone un empeoramiento: se va a menos o a mucho menos. En esencia el esquema es el siguiente.
En una primera fase se decrementa el gasto público, lo que afecta negativamente al crecimiento en un proceso de menor crecimiento: se crece menos en medio de una tendencia de crecer menos, por lo que los ingresos públicos decrecen al reducirse la recaudación fiscal fruto de la menor actividad económica. Estos menores ingresos públicos forzarán un menor gasto público hasta que se equilibre el binomio.
A la vez, la menor actividad llevará al menor consumo que ya vendrá de atrás: el desempleo del factor trabajo, al verse privado de crédito ya habrá reducido su consumo, reducción que se irá amplificando a medida que la menor actividad vaya yendo a más, y reducción que contribuirá a la caída de la recaudación fiscal y de los ingresos públicos. La mortandad de empresas crecerá al reducirse la financiación de los circulantes y al disminuir el consumo interno, por lo que la vía que quedará a las compañías que sobrevivan será la exportación.
Suponiendo que cada país del planeta pueda consumir lo que el resto del planeta le exporte (se habrán dado cuenta de que la solución de todas las economías no importa donde se hallen es la exportación: todo el mundo exportando a todo el mundo: un poco absurdo, ¿no?) una cuestión ha de ser resuelta: hay que ganar competitividad, para eso las empresas tienen que aumentar su productividad y aplicar dicha ganancia a sus costes a fin de reducirlos. Al ganar productividad se incrementará el desempleo, pero eso sucederá más tarde, se supone que no de golpe y su impacto será relativamente terrible porque ya se partía de una muy elevada tasa de desempleo, además, ¿para qué está el subempleo?, el problema es que economías como la española no pueden hacer eso debido al reducido valor añadido que generan, por lo que hay que aplicar otra vía.
Una ‘reforma laboral’ es esa otra vía. Se ponen en marcha una serie de cambios que reduzcan los costes laborales -no sólo los salariales- y se simplifican los requerimientos legales para reducir el stock de factor trabajo aunque su coste no se reduzca mucho: ‘las penas con pan son menos’; la suma de ambos factores hará ganar algo de competividad aunque muy poca, en cualquier caso no es exagerado suponer que, en algo, las exportaciones mejorarán. La reforma laboral puede venir acompañada -vendrá- de una reforma fiscal -no la que debería: para eso aún falta- a fin de contribuir a la reducción de costes y contribuir en algo a la mejora de competitividad.
Este camino llevará a un lugar en el que el déficit público -y regional, y local, y municipal- se reducirá, creando una ‘reserva’ de fondos -los ingresos públicos no gastados- para pagar deuda -pública- y para mostrar que se está en disposición de pagarla; ni de largo en las cifras barajadas, pero si para dar una imagen de ‘seriedad’ -de saber optimizar, en realidad, y utilizando uno de los conceptos que dentro de cuatro días se van a poner de moda- que permita seguir funcionando. (Existe otra alternativa: la práctica eliminación del gasto público que lleve a la sociedad a una época de miseria bíblica, pero no creo que las cosas sean llevadas hasta ahí).
Esta situación puede durar bastante tiempo -pienso que no menos de diez años: eso es lo que hasta ahora han durado las crisis sistémicas- con ligeras mejoras a medida que el tiempo vaya pasando, pero nada para tirar cohetes. Algo así como un ajuste permanente (pienso que lo más parecido que recientemente podemos encontrar como ejemplo es el llamado Período Especial vivido en Cuba en los años 90).
Cuando por fin oficialmente hayamos salido de ‘la crisis’, lo que veremos a nuestro alrededor será una generalizada pérdida de bienestar manifestada en un empobrecimiento enquistado que se habrá ido formando a lo largo de los años de ajuste y que la sociedad ya no abandonará debido a que la recuperación -el nuevo modelo sistémico- estará basado en la optimización, lo que supondrá importantes excedentes de factores productivos, no utilizados, o, en lo referente al trabajo, desocupados o infrautilizados. Aunque eso es ya otra historia. Es decir y en resumen, de volver a lo de antes (que es lo que se está vendiendo), pienso que nada de nada.
Fuente: La Carta de la Bolsa