2.12.15

De fundamentalismos, paraísos e infiernos...


Cuando una fracción de la sociedad concurre a votar impulsada solamente por sentimientos negativos, es seguro que el resultado que se obtenga no será el mejor para nadie, ni siquiera para ellos mismos. Meses y años de los Medios inoculando odio y resentimiento a un público que es receptivo para ese tipo de mensajes, terminan nublando la razón. O mejor dicho, terminan anulándola. 

Ponen el sobre en la urna casi como si fuera un puñal abriendo las carnes de quien es objeto de su odio. No hay rastros evidentes de pensamiento lógico, de memoria o siquiera de un razonamiento autodefensivo. Son una especie de fundamentalistas del odio dispuestos a inmolarse con tal de destruir a aquel que concentra todos sus sentimientos más nefastos. Pero como todo "hombre bomba", se llevan puestos a todos los que están a su alrededor. La diferencia con el fundamentalista religioso es que éste cree que irá al paraíso que le prometieron y no siente culpa pues supone haber realizado un acto que agradará a su divinidad. En cambio el fundamentalista del voto odiador sentirá culpa en algún momento porque comprobará que su actitud no lo llevó a ningún paraíso individual sino que por el contrario, lo depositó en un infierno colectivo. 

Jamás hará gala de su "proeza" sino que lo ocultará por vergüenza. 
"Una pulga no puede picar a una locomotora, pero puede llenar de ronchas al maquinista" (Libertad, amiga de Mafalda)