25.10.08

Evidencias (Por J.M.Pasquini Durán)

Por J. M. Pasquini Durán

La evidencia estridente del carácter ideológico-político de la hostilidad antigubernamental, pese a los distintos disfraces que utiliza, la proporcionó el sitio “on-line” del matutino La Nación, tribuna dogmática del antiperonismo, cuyos redactores deben referirse al golpe de Estado de 1955 sin comillas y con las primeras letras en mayúscula cuando escriban “revolución libertadora”, y cuyo lenguaje editorial por años mencionó a Juan Perón como el “tirano prófugo”. Pese a esos antecedentes, esta semana reprodujo en texto y video fragmentos de un discurso de 1973 del fundador del justicialismo que condenaba el saqueo de las cajas de jubilaciones por el gobierno de los “libertadores”, usando la cita como argumento suplementario al rechazo actual, treinta y cinco años después, de la decisión de la presidenta Cristina de unificar al régimen previsional en el sistema solidario de reparto del Estado. De donde el diario centenario de los Mitre resultaría el severo guardián de la pureza doctrinaria del peronismo, sugiriendo que el actual gobierno la estaría traicionando. En algo no le falta razón al matutino porteño: los privatizadores de los años ’90 eran peronistas del menemato y realizaron el saqueo en nombre de la presunta modernización del legado partidario.


Como sucedió con otras privatizaciones, la del sistema previsional fue un excelente negocio para algunos grupos económicos que se apropiaron del bocado leonino y pésimo para la salud fiscal de la nación. Un estudio sobre “La cuestión tributaria en la Argentina” de julio de 2005, advertía sobre las consecuencias: “Si se suman los efectos de las desgravaciones de cargas patronales nacionales (el más importante de los recursos cedido por las políticas de ‘devaluación fiscal’) y la cesión de recursos públicos a favor del nuevo sistema de capitalización instituido desde mediados de 1994, el total de los ingresos el Estado nacional dejó de percibir sumó unos 63.000 millones de pesos constantes durante el período 1994-2001, equivalente a un promedio anual de unos 2,8 puntos del PBI. En otras palabras, el drenaje de estos recursos explicó la mayor parte (casi las tres cuartas partes) del desbalance fiscal de ese período” (Cefid-AR, J. Gaggero y F. Grasso, 2005). El cálculo abarcaba la mitad del período de funcionamiento de las AFJP, por lo que no es exagerado redondear, como hizo Amado Boudou, titular del Anses, para estimar en 100.000 millones el costo para el Estado de catorce años de jubilación privada. A esta altura, además, el Tesoro público tenía que aportar 4000 millones anuales para completar el mínimo jubilatorio del régimen de capitalización. En las actuales circunstancias críticas mundiales, cuando hace falta blindar las finanzas nacionales, ¿sería sensato seguir soportando semejante hemorragia? Nadie puede negar que hay razones valederas para desconfiar de la administración estatal después de décadas de malversación y fraude de los fondos previsionales. Antes de Kirchner, hacía doce años que los jubilados no recibían ningún reajuste en sus haberes. En los últimos cinco años fueron actualizados trece veces y acaba de sancionarse una ley que establece la movilidad automática dos veces por año para que no dependan de la discrecionalidad de ningún gobernante. En la próxima ley del sistema integrado de previsión, los congresistas tendrán que incluir los recaudos necesarios para evitar que el día de mañana no reaparezca la tentación de meter mano en esa caja para cubrir gastos generales. Sería mejor, sin duda, que las previsiones legislativas pudieran abarcar la dimensión completa del problema, cuyas repercusiones llegan hasta la coparticipación federal, y que el futuro sistema fuera instalado en un Estado reformado y de verdad modernizado a la altura de los tiempos. Debería ser así, a lo mejor, pero no siempre lo bueno va de la mano con la excelencia. Es lo que hay, por ahora, y vale la pena recuperar al sistema para los principios de origen basados en el concepto de la solidaridad social.

Ya que se trata de una reforma estructural, según la presentación presidencial, algunos críticos sostienen que debería tomarse el tiempo necesario para abrir un vasto debate y una prolongada reflexión. En tiempos normales el razonamiento tiene validez plena, pero con ese criterio el Congreso norteamericano debió esperar al nuevo presidente para decidir sobre las medidas extraordinarias y multimillonarias dedicadas al rescate de gigantescas corporaciones que estaban derrumbándose con más ímpetu que el Muro de Berlín. Hay momentos en que esperar por la cirugía puede costar la vida del padeciente. Otros invocan la seguridad jurídica, pero vale en este caso recurrir otra vez a los datos de la historia. Un estudio sobre “El proceso de privatización en la Argentina”, avalado por la Universidad Nacional de Quilmes, deja constancia del asunto: “La tan declamada ‘seguridad jurídica’, particularmente en el ámbito de las privatizaciones, parecería quedar en un segundo plano cuando se trata de preservar las rentas de privilegio de las que gozan las empresas de servicios públicos, en detrimento, cabe resaltar, de la ‘seguridad jurídica’ de los usuarios” (D. Aspiazu y otros, edit. PáginaI12, 2002). ¿Acaso el régimen de capitalización no podía ser considerado un servicio público? Por lo demás, tal como se puede ver en estos días, cuando se desploma el libre mercado, lo único que queda en pie siempre es el Estado con la obligación de reiniciar el ciclo.

Los que en estos días opinan que la iniciativa previsional del Gobierno debilita el mercado de capitales, deberían escuchar un poco a Roberto Mangabeira Unger, ministro de Asuntos Estratégicos de Brasil desde hace un año y medio, filósofo, jurista y profesor de Harvard, con 61 años de edad y acento norteamericano en sus palabras: “Debemos intentar salvar la producción y no los bancos”. Tiene una visión optimista del porvenir: “Después de la crisis, los países de la región tendrán la posibilidad de acoplarse a un nuevo orden mundial para un auténtico desarrollo”. El ministro de Lula se declara de izquierda, pero la posibilidad del nuevo orden también la formula el conservador francés Nicolas Sarkozy y el mismísimo George W. Bush convocó a una reunión internacional, a la que está invitada la presidenta Cristina, para intercambiar opiniones sobre lo que será del mundo después del terremoto. Mangabeira mira el futuro con advertencias: “Hay que mantener el nivel de crédito, sin prejuicios ideológicos, como está haciendo Estados Unidos, que demuestra otra vez que ellos son libres de los prejuicios ideológicos que les recomiendan a otros”. Entre las opiniones del ministro que circularon esta semana por el ciberespacio, incluyó un juicio crítico sobre el Mercosur y Unasur: “Les falta corazón y cerebro. Queda claro cuando los comparamos con la Unión Europea (UE). La esencia de la UE no es el comercio ni el dinero; es un ideario, en tanto nosotros dedicamos menos del uno por ciento del tiempo a discutir ideas”.

La crítica se ajusta a la realidad de la política criolla, aunque no haya sido dirigida en particular. El Gobierno toma iniciativas tan importantes y atendibles como la reforma previsional, pero luego, cuando se desata el temporal de críticas fabricadas por los recursos y las influencias mediáticas de los grupos económicos que pierden la rentabilidad privilegiada que les regalaron en los años ’90, el Gobierno pierde fuerza porque su aparato político no se mueve. La presidenta Cristina, como antes lo hacía Néstor, tiene que salir cada día a repetir argumentos a favor de sus propias iniciativas. Así, las batallas por el corazón y la conciencia de los ciudadanos –como ocurrió durante el conflicto con “el campo”– quedan a merced del bombardeo en los medios, compensado sólo con cinco o diez minutos diarios de la voz presidencial. El Gobierno carece de una adecuada política de información y de formación de opinión pública. La oposición poco contribuye al debate de ideas, porque en general reacciona con piloto automático. Es previsible que el PRO y la Coalición Cívica, que disputan la representación del centroderecha, se opongan a cualquier iniciativa gubernamental de carácter progresista, pero que la Unión Cívica Radical se oponga a un proyecto que atiende a su posición tradicional contra el régimen de capitalización, sólo para estar en contra, no tiene justificación ni lógica políticas, sobre todo cuando ese partido pretende celebrar el próximo 30 la refundación democrática, un compromiso de todos, que comenzó en el año 1983, como si fuera un mérito individual.

El PRO no sólo se opone a los proyectos del oficialismo para ganarse el liderazgo de la derecha: sus políticas en la ciudad, en particular hacia la educación pública, corresponden más con los años ’90 que con la actualidad. Mientras Mauricio Macri dice en la tele que quiere recuperar la excelencia de la escuela pública, elimina becas, suspende la distribución de implementos escolares y rechaza las demandas salariales de los maestros. Por suerte, la Legislatura decidió que la oposición no está sólo para criticar sino para formular alternativas y toda la oposición reunida logró destrabar, al menos en parte, la negociación con los sindicatos docentes. Lo que suceda en la ciudad no sólo importa porque es la capital del país, sino porque allí hay un ejercicio de prueba sobre lo que puede esperar el ciudadano de la nueva derecha nacional.
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Salvación individual (Por Alfredo Zaiat)


Si el Estado no se ocupa de niños desnutridos o que mueren por falta de atención médica estaría incumpliendo una de sus funciones esenciales.

Si se despreocupa por la calidad educativa y acceso al estudio de la población también estaría faltando a una de sus obligaciones básicas.

Si no tiene compromiso por garantizar la seguridad personal y de defensa de las fronteras nacionales estaría eludiendo responsabilidades propias afectando la tranquilidad de la población.

Si descuida el horizonte de ingresos de los trabajadores en la etapa de retiro del mercado laboral estaría vulnerando uno de los principales pilares de su indelegable objetivo de cohesión social.

Como esas misiones no han sido satisfechas para las mayorías a lo largo de las últimas décadas, los sucesivos gobiernos que transitan por el poder y, por lo tanto, ejercen el control del sector público, incluyendo a la administración kirchnerista, son criticados. El legítimo reclamo de gran parte de la población se encuentra en que el Estado debe asumir con solvencia esos deberes indispensables para fortalecer la sociedad. Pero, a veces, esto implica enfrentar al poder, que no es otro que el económico.

Poner fin a las AFJP es una medida trascendente para que el Estado pueda cumplir con más autoridad una de esas tareas fundamentales. Para ello se debe tocar al poder financiero. Como se sabe, nunca es buen momento para afectar esos intereses, ya sea porque la economía está creciendo y no hay que perturbar las expectativas o ya sea porque existe una crisis y se corre el riesgo de agudizarla. De esa forma, desde hace varias décadas esa lógica extorsiva ha vuelto intocable al poder financiero.

Limitar el debate a la gestión del Gobierno y a los motivos que lo llevó a impulsar esa iniciativa resulta un abordaje político de vuelo bajo y, en realidad, encierra la defensa de los intereses mezquinos del poder financiero. Para algunos es legítimo pensar que durante estos cinco años no se ha hecho nada en recuperar el Estado en esas funciones básicas de articulación y cohesión de una sociedad moderna. Es motivo de acaloradas polémicas lo realizado por la administración kirchnerista, y será interesante el saldo de esas discusiones en perspectiva histórica. Habrá conclusiones para todos los gustos. Sin embargo, esa controversia no podrá ignorar que si existe una medida que busca avanzar sobre el poder financiero, la reconstrucción del sistema previsional, la previsibilidad de las jubilaciones y la justicia distributiva es la de terminar con las AFJP. Lo que está en discusión no es un determinado gobierno, sino el rescate del sistema de seguridad social que excede a una administración. Esta, la próxima, que puede ser de otro color político, y las sucesivas podrán manejar un régimen jubilatorio que ya no será un botín de la asociación de financistas & afines. Se ponen en juego la concepción de sociedad y las funciones y derechos sociales que el Estado debe atender. Cuando esas obligaciones son transferidas al sector privado, además de convertirse en un negocio de intereses particulares, provocan una fragmentación social y ruptura de lazos de solidaridad. Existen sociedades más individualistas, donde los grupos de presión representan múltiples intereses atomizados y la organización social privilegia la lógica del mérito individual. Son países donde la segmentación social es reproducida en las instituciones, por ejemplo en las de protección social. También existen sociedades más comunitarias, donde el Estado de Bienestar en facetas liberal, corporativo o socialdemócrata ejerce la potestad sobre el sistema de políticas sociales como eje articulador de la legitimidad de la organización social. Esta vía de intervención del sector público se observa en Europa con distintas características dependiendo los países.

El concepto de cuentas personales con el aporte previsional del trabajador, descontada una elevada comisión cobrada por las AFJP, se convierte en una de las batallas culturales más fuerte. La idea de la salvación individual acumulando fondos en una cuenta de una empresa financiera ha sido la gran obra maestra del neoliberalismo. Las privatizaciones de los servicios públicos no tardaron en mostrar su rostro oscuro de malas prestaciones, pocas inversiones en infraestructura, segmentación de clientes favoreciendo a los de mayores ingresos, desestructuración productiva de proveedores locales y ganancias fabulosas para los grupos de control. Las bondades que el marketing presentaba por el manejo privado de servicios esenciales para la población se revelaron vacías. En cambio, con las AFJP en algunos sectores aún permanece esa fantasía de futuro venturoso que tan bien supieron construir a fuerza de millonarias campañas de publicidad. Esa falsa idea de la salvación individual está incorporada por muchos de los afiliados a esas administradoras pese al desprestigio de los bancos luego de la estafa del corralito, de la impunidad del sistema financiero y del fracaso estrepitoso del fundamentalismo de mercado de Wall Street. El argumento irritado que sostienen esos aportantes es que ellos son dueños de decidir si quieren ser estafados o no por las AFJP, actuando como si fueran logrados prototipos de un ensayo social para demostrar la existencia del síndrome de Estocolmo.

Estos mismos trabajadores padecen de la ilusión monetaria de pensar que tienen un fondo de 50 mil, 100 mil y hasta 200 mil pesos, y que son personas afortunadas con ese dinero propio porque podrán tener una muy buena jubilación privada. Esos montos brindan esa sensación de redención individual frente al resto del mundo miserable. Pero no es así. No poseen un derecho patrimonial sobre esos fondos como si fueran cajas de ahorro, sino que es un derecho previsional. Cálculos actuariales, crecimiento de la expectativa de vida y la lógica financiera de las compañías privadas que pagarían esa jubilación (aseguradoras de retiro) muestran con datos “objetivos”, como gustan hablar los abanderados de la restauración conservadora, que las AFJP son una estafa conceptual en términos de previsión social. Todavía más claro se refleja en el espejo del modelo chileno de jubilación privada de AFP, que en 2011 cumplirá treinta años de vigencia, lo que implica un modelo que ya alcanzó su estado de maduración. Alrededor de 100 mil chilenos alcanzan por año la edad de jubilar. De ese total, unos 50 mil todavía siguen siendo atendidos por el sistema público por el período de transición entre el régimen estatal y el privado. De los restantes 50 mil, más de la mitad descubre que los fondos acumulados en las AFP no les alcanzan para lograr la pensión mínima, y tampoco tienen los aportes requeridos para conseguir la garantía estatal (20 años de contribuciones). Aquellos que están en edad de jubilarse, la mayoría se encuentra con que sus pensiones de AFP son menos de la mitad de las que obtienen sus colegas de similar edad y remuneración que lograron permanecer en el sistema antiguo (por ejemplo, los militares que Pinochet protegió de las AFP). Más de la mitad de los afiliados son mayores de 36 años y aportan menos de 4,2 meses por año. A ese ritmo, van a acumular menos de 184 aportes al cumplir la edad de jubilar y, por lo tanto, no van a tener derecho a la pensión mínima estatal (se requieren 240 aportes). En esa instancia intervino la reforma de Michelle Bachelet para asegurar ese ingreso básico, además de extender la asistencia estatal a las jubilaciones. En esas condiciones, más de la mitad de la fuerza de trabajo chilena –3,5 millones de personas– no tiene cobertura digna de parte del sistema de AFP, como no sea retirar los magros ahorros acumulados. Esta conclusión surge de estudios recientes de la Superintendencia de AFP e incluso de la propia Asociación de AFP.

El fin de las AFJP se adelanta a ese descampado previsional, que ya se vislumbra con los actuales jubilados privados. Del total de 445 mil que existen en la actualidad, casi el 80 por ciento requiere de algún tipo de asistencia del sector público para alcanzar un haber mínimo, con 33 mil jubilados que ya tienen su cuenta individual consumida. Se expone así con contundencia la falsa idea de la salvación individual: el Estado, por el deber indelegable de garantizar derechos sociales esenciales, como bien exige la sociedad y la opinión mediática, conjura para los trabajadores el desierto previsional que le esperaría con las AFJP.

FUENTE: PAGINA 12
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16.10.08

"El campo": Poco a poco se les va descascarando la careta...

A medida que pasa el tiempo pos-lockout campestre y que van perdiendo presencia mediática, los dirigentes de las organizaciones patronales de "el campo" parece que van perdiendo la chaveta. Para colmo, el último paro agrario que terminó hace unos días resultó un fracaso rotundo, al menos a nivel de repercusión mediática, política y social. Ni cacerolazos, ni 24 horas de presencia en la televisión, ni siquiera (y quizás sea esto lo que determinó en gran medida que casi nadie se enterara de que estaban parados al borde de las rutas)... ni siquiera, decía, el gobierno dijo una sola palabra en referencia al nuevo paro. Algo que me parece que aprendió el gobierno, porque en el primero, cada vez que abrían la boca era para embarrarla más...

Pero el título de éste post alude a que esa dirigencia "gauchócrata" va cavando su propia fosa. Como reza el viejo refrán popular: "el pez por la boca muere" ... y el disparador para que me pusiera a recordar algunos hechos significativos, fueron los recientes dichos durante un discurso del vicepresidente de CRA (Confederaciones Rurales Argentinas), uno de los actores del lockout patronal de principios de año. Néstor Roulet dijo: "Debe recrearse la alianza entre el ejército, la iglesia y el campo, que son los que hicieron grande a éste país. Ojalá vuelva a ser así" (todos sabemos cuánta sangre y cuánto horror costó al pueblo argentino la alianza de semejantes socios, ¿verdad?). Y la remató diciendo: "Los diputados deben ser considerados traidores a la Patria si votan a favor del presupuesto nacional" (Muy democrático el hombre... igualito a su compañero en la CRA, Ricardo Buryaile...


Sólo basta repasar algunas pocas frases y/o actitudes de estos personajes para entender qué son, de dónde vienen y qué intereses representan. Les dejo algunos hechos o dichos que voy recordando ahora, pero que no necesariamente están en orden cronológico o de importancia. Veamos:


1 .- El vicepresidente 2º de Confederaciones Rurales Argentinas, Ricardo Buryaile, dijo: "si el Congreso de la Nación ratifica las retenciones, debería ser disuelto".


2 .- El presidente de la Federación Agraria Argentina de la provincia de Entre Ríos, Alfredo De Angeli le concede una entrevista radial al dirigente nazi Alejandro Biondini

3 .- El actual presidente de la ultraconservadora Sociedad Rural Argentina, mientras se realizaba una concentración en Palermo en apoyo a los reclamos de "el campo" y en medio de la euforia porque habían juntado por primera vez en su historia a tanta gente, dijo que allí estaba el pueblo junto al campo... y del otro lado "el zoológico", señalando al Jardín Zoológico próximo al lugar, pero en obvia referencia a la procedencia social de gran parte de quienes en ese mismo momento estaban manifestándose en la Plaza de Mayo a favor del gobierno.


4 .- El ya nombrado Alfredo De Angeli declara que lo único que importa es que se pueda exportar la producción agríacola, que hay que pensar una política agro-exportadora (un modelo de país igual al de fines del siglo XIX), en lugar de pensar (agrego yo) en una política más amplia e inclusiva que sería la agro-industrial. Y lo remata diciendo que "el que quiera comer lomo, que lo pague $ 80 el kilo". Despreciando de ésta forma a sus propios compatriotas... que en su gran mayoría no podrán comprar lomo ni a los precios actuales, pero si el lomo llegara a 80, todos los otros precios también se irían para arriba irremediablemente...


5 .- En los comienzos del primer lockout patronal, el presidente de la Federación Agraria Argentina, Eduardo Buzzi, en una conferencia de prensa junto a sus compañeros de piquete, declaró que lo que se acababa de demostrar durante la primera etapa de la protesta era que "el campo" "era capaz de desabastecer al país" (imagino el orgullo que sentiría por semejante hazaña, la hazaña de dejar a las familias más necesitadas sin los alimentos más elementales... y conseguir, como yapa, que todos los precios de alimentos se dispararan para arriba)


La careta se les va descascarando al ritmo de sus propias palabras y actitudes. Y lo que se puede ver debajo de ellas es demasiado espantoso como para hacernos los distraídos...





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13.10.08

La vuelta gauchócrata (Por Eduardo Aliverti)

El retorno de la protesta campestre puso una pausa en el vértigo informativo que venía, casi, monopolizado por la crisis ¿financiera? mundial. Pero si se avanza un poco, podrá advertirse que eso también será o podría ser alcanzado por las consecuencias de la situación internacional.

Respecto de lo sucedido entre marzo pasado y el Cobosgate, hay dos aspectos diferenciados y uno que se emparienta. Por las varias razones que fueran, durante ese período la protesta conquistó simpatía creciente. Y cuando el voto del conservador mendocino pulverizó las retenciones móviles, el festejo gauchócrata contribuyó a que la sociedad imaginara al problema como terminado. Retornado éste, con forma de piquetes y huelga de envíos tranquera para afuera, todo indica que la sensación más generalizada es de rechazo. O, por lo menos, de desconfianza. ¿Y ahora qué quieren?, se preguntan muchos, o la mayoría. Interrogante seguramente influenciado por el hecho de que, tras la victoria en el Senado, algunos de los más significativos líderes quejosos no ocultaron sus apetencias electorales. Lo cual incluye al propio Cobos. A las pocas horas de su voto no positivo, que calificó como el momento más difícil de su vida, ya se mostraba para la foto y parando de pueblo en pueblo para recoger la adhesión chacarera. Más luego, se dio el lujo de encabezar reuniones con De Angeli y Macri, entre otros, junto con gestos inequívocos de que el aprovechamiento electoral es su intención número uno. Lo merodean radicales que ven una chance prácticamente única de sobrevivir y lo bombardea Carrió, que observa en él la amenaza más seria para sus pretensiones de aglutinar oposición y advertencias sobre riesgo de Apocalipsis. El amigazo Buzzi soldó su pedido de devaluación con guiños de intenciones presidenciales. De Angeli confesó que todavía es temprano para hablar de la ocupación de una banca parlamentaria. Y por la Rural ya dijeron que es hora de comprometerse en política, caramba, como si desde 1866 hasta hoy se hubieran dedicado a jugar al ludo. Este paquete de desahogos de los rentistas rurales, junto al regreso de medidas de fuerza que se interpretaron contempladas, sembró dudas acerca del carácter eminentemente patriótico que los movió y mueve.
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Confiado en que esto último ocurriría, el Gobierno chocó otra vez con la misma piedra y, literalmente, no hizo nada de nada. Entre marzo y el voto de Cobos introdujo modificaciones de último momento al esquema de retenciones agrícolas, cuando era tarde para que la Federación Agraria -ya pequeños capitalistas de renta en gran medida, no agricultores- se echara atrás y aceptara un proyecto de ley que, hoy, abrazaría (debería abrazar) con manos y pies. Los K se dedicaron al inmovilismo; el precio de los granos bajó aunque todavía permite ganar fortunas; la sequía obró como frutilla del postre y los tipos vuelven a la carga, instigados, como desde marzo, por la falta de previsión y muñeca del oficialismo. ¿Hacía falta llegar de vuelta hasta acá? ¿Acaso no volvió a pasar que el Gobierno obró más por impulso de construcción de enemigo que por manejo de las circunstancias para dividirlo? Si las herramientas que Cobos tumbó eran aptas para guarecer a los más chicos, ¿era necesario entregarlos de nuevo a los más grandes? ¿Por qué se perdieron dos veces la ocasión de quebrarles el frente? ¿Porque no saben operar(los), o porque beneficiar a los menudos tiene la contrapartida de meter mucha más mano en las ganancias de los gigantes?

El diagnóstico o las preguntas tienen casi nada de diferente con lo que puede plantearse sobre las cadenas de formadores de precios, sin ir más lejos. Para poner en un lado se impone sacar de otro. Es donde empieza a contar el poder del Estado, y la vocación y decisión política de instrumentarlo. No es precisamente soplar y hacer botellas, y el periodista confiesa que le da pudor escribirlo desde la tranquilidad de su procesador de texto. Pero eso no quita que sea certero. Enfrentarse a las corporaciones oligopólicas es muy complicado y mucho más en una sociedad con fuertes valores de derecha, capaz de creer que son suyos, para el caso, los intereses de sembradores de soja. No se estructura de la noche a la mañana que los controles de precios dibujados por Guillermo Moreno hallen reemplazo en mecanismos de supervisión popular; ni que se achique la distancia entre los que producen bienes y los que podrían participar de esa producción; ni que la agricultura de pequeña escala, destinada al consumo propio y de las zonas adyacentes, sustituya la entrega de la tierra a exportadores voraces. Detrás de este renovado pronunciamiento agropecuario no hay más que la intención de apropiarse de una renta que el Estado debería repartir de otra manera. Un Estado que podría tener o convocar los recursos humanos para hacerlo, si es que llamara a eso en lugar de propender a un capitalismo de amigotes. Se reitera: fácil de decir, ímprobo para implementar.

Los campestres hicieron coincidir su reclamo con el tembladeral planetario y la incertidumbre acerca de cómo repercutirá en Argentina. No habla muy bien que digamos de su sentido de la oportunidad. Pero revela dos cosas complementarias: la bronca que tienen no les permite reparar, siquiera, en que pueden ganarse el descrédito popular; y justamente por eso, si se profundiza la caída en el precio internacional de los granos arreciarán con la exigencia de que el Estado les saque la mano del bolsillo. Punto donde vale machacar con que no se trata de pérdidas, sino de que la orgía de ganancias de los últimos tiempos se convirtió tan sólo en fiesta. En lo político, entonces, el Gobierno debería dejar atrás su torpeza -que huele a venganza- y proponer un conjunto de medidas que diferencie a los unos de los otros (aunque los intereses de ambos sean similares). En términos de protesta activa, no hay poder de fuego en los más grandes si quedan aislados. El nudo es que la traducción económica de eso reside en transferir ingresos de los otros a los unos, fuere que esos otros sean los corpulentos del palo agrícola-ganadero o los de demás sectores de las tribus dominantes. Y ahí la cosa se traba porque la apuesta oficialista se remite a extraer del “campo” y no del resto. Si la opción sigue siendo lo primero se mantiene el conflicto, y si es lo segundo se abre/n otro/s.

En cualquiera de las probabilidades, el Gobierno tendrá inconvenientes serios porque necesita recaudar de algún lado para mantener a raya el conflicto social, simultáneamente satisfacer la deuda y, encima, hacer todo eso frente a un año electoral.

¿Quién paga? ¿De dónde se saca? ¿A la sociedad le da lo mismo salir por derecha que por izquierda?

MARCA DE RADIO, sábado 4 de octubre de 2008.



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La Argentina y la crisis global (Por Ezequiel Meler)

Esta reflexión ya no puede diferirse: es evidente que la economía norteamericana -o, más precisamente, el régimen de acumulación abierto en los Estados Unidos desde los años setenta- marcha rumbo hacia un colapso de proporciones históricas. En este mundo, ello conlleva, todavía, un obligado efecto recesivo sobre la economía global. Algo aún más claro teniendo a la vista las cuentas de Europa, que vienen de mal en peor. Es por ello que, a nuestro criterio, el debate, necesario para pensar los márgenes de la política económica, debiera comenzar a centrarse en los aspectos que hacen vulnerable a nuestra economía.

En primer lugar, cabe señalar que cualquier desaceleramiento de las economías centrales conlleva, casi necesariamente, una caída significativa en la demanda de ciertos productos e insumos -concretamente, materias primas, alimentos y petróleo-. Dado que la economía argentina es exportadora de algunos de estos bienes, es factible pensar que una reducción de los márgenes de precios de, por ejemplo, la soja, el maíz, y los hidrocarburos, ha de impactar en las cuentas de la balanza comercial, y a través de los mecanismos de transmisión del sistema tributario, en las cuentas fiscales y en la balanza de pagos.

Esta consideración nos permitiría comprender los sucesivos gestos del gobierno hacia los sectores financieros como un intento, posiblemente inútil, de reducir los costos relativos de las operaciones financieras. Y es un gesto de eficacia discutible, no sólo porque la crisis presente, al desencadenarse en los países centrales, va a encarecer el crédito en general. Tampoco por el hecho, aún más evidente, de que la recesión económica afecta primero la confianza en las economías emergentes. Antes bien, el dato elemental que nos permite caracterizar el gesto como poco eficaz reside en que los tenedores de títulos van a seguir presionando hasta que obtengan lo que realmente les importa: la normalización del INDEC, y con ello, la reactivación de los mecanismos de indexación de la deuda en pesos. No me agrada ser insistente, pero no hay reestructuración posible de la situación externa del país sin normalización del INDEC.

Asimismo, el pago al Club de París podría verse, en esta línea, como una propuesta de resolución de los temas pendientes con Estados que han amparado a la Argentina en los foros internacionales y en los organismos multilaterales, en años en que, como 2002 - 2003, el país no contaba con crédito a tasa alguna. Esta sí ha sido una medida inteligente, y el resultado puede verse en el inmediato desbloqueo de fondos por cifras similares a las que han de abonarse, para los próximos tres años. Al fin y al cabo, pagar al contado es sólo una forma de desendeudarse, la más tosca, vale agregar. La forma más efectiva de reducir el impacto de la deuda sobre la economía y las finanzas reside en el impulso que la política económica le brinde al crecimiento del producto.

El otro aspecto de la crisis que ha de afectarnos, paradójicamente, ya ha sido mencionado: es el casi seguro encarecimiento del crédito en los mercados financieros internacionales. ¿Por qué decimos esto, cuando la Argentina no forma parte del circuito financiero? La Argentina no, pero muchos de sus clientes sí. Un enfriamiento del crecimiento en Brasil, India y China implicaría, nuevamente, una demanda menor en el sector exportador, y una presión mayor sobre la balanza comercial.

Muchos analistas barajan como contrapeso el eventual fin del imperio americano, y el surgimiento de economías de relevo. Es sabido que el ascenso de los Estados Unidos, y el consiguiente declive de Gran Bretaña, fue un golpe duro para la Argentina de los años treinta. Con Gran Bretaña, en el período 1880 - 1930, existía de parte de Argentina una fuerte complementación económica: nuestro país abastecía de alimentos y materias primas al principal inversor y abastecedor de productos manufacturados. Es cierto que esta relación virtuosa no estuvo exenta de asimetrías y distorsiones, fruto de la política imperial británica, como del predominio, en estos pagos, de una oligarquía terrateniente fuertemente refractaria a la reconversión de la economía. Pero esos defectos sólo pudieron verse cuando la fractura del comercio internacional, debida a la crisis de 1930, abrió paso a la necesidad de un desarrollo de tipo endógeno, que fue resistido por los sectores dirigentes rioplatenses.

La hegemonía norteamericana, en cambio, representó para nuestro país un constante problema: se trataba de economías competitivas, no complementarias. Estados Unidos, como productor y exportador de materias primas y alimentos propios de un país de clima templado, condición que se sumaba a su pujante economía industrial, no permitía un acople inmediato como el que fue característico de nuestro país en los años del orden conservador. Las exportaciones agropecuarias argentinas han tenido dificultades históricas para ingresar al mercado del país del Norte, debido al veto de los productores del "Farm Bloc" del Centro - Oeste, que desearon evitar a toda costa la competencia de la producción rural nacional.

Quienes piensan en el "declive americano", entonces, esperan que, con el ascenso de potencias de relevo, como China, por ejemplo, esta dificultad se vea resuelta. Sin embargo, esta perspectiva confunde los cambios de mediano y largo plazo con las expectativas del corto plazo. Es posible que, a mediano o largo plazo, la economía norteamericana deje de ser una referencia preponderante en el mundo: de hecho, este proceso puede rastrearse, por etapas, en los cambios en el orden mundial de los últimos quince años. Pero eso no resuelve necesariamente el debate en torno a las dificultades que puede plantear el crack norteamericano a los países emergentes en lo inmediato.

En todo caso, queda a la vista que los años que vienen serán más difíciles, que el tiempo del crecimiento a tasas "chinas" no parece que vaya a perdurar, y que sería deseable encontrar apoyos estratégicos en la región, fortaleciendo el comercio y el desarrollo dentro de los países que conforman UNASUR. También parece necesario volver a plantear la conflictiva relación secular entre un crecimiento orientado hacia fuera y un mayor desarrollo del mercado interno. La única ventaja real del país en relación con crisis anteriores puede hallarse en el plano regional. Tal vez sea el momento de profundizar aún más la integración, buscando en el desarrollo de un mercado común sudamericano la síntesis precisa de las diversas orientaciones económicas que conforman nuestra historia.

FUENTE: REBELIÓN


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Redefinir la palabra “progreso” (Por Osvaldo Bayer)

Es increíble cómo se silencia la vida de las pequeñas ciudades, de los pueblos, aquello que tiene un verdadero valor para la ética de la vida, para la belleza local, para la verdadera historia comarcal que, por su ejemplo, a pesar de ese silencio, siempre trascienden. Los medios, en su gran mayoría, dedican sus páginas a la crisis económica, a las internas políticas, a los cambios de entrenadores de fútbol y, ahora, si Riquelme o Caranta.

Para demostrar que existen cielos, que se habla del paisaje, que hay interés por la historia o que hay pocos pero existen que se ponen tristes o se desesperan por las estadísticas del hambre de nuestros niños nos meteremos en el corazón de la tierra.

Hoy hablaremos de un lugar bonaerense pura pampa. Lo que ocurrió podría pintarse en un cuadro con rostros de adolescentes riendo, aplaudiendo, entusiasmados. Es que lo que ocurrió en Rojas no ocurrió en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. ¿Autónoma de quién? Sí, vamos a decirlo en una sola línea: el Concejo Deliberante de Rojas aprobó por mayoría un proyecto por el cual se cambia el nombre de la calle Roca por el de Pueblos Originarios. Pero aquí viene lo sorprendente: al proyecto lo presentaron alumnos del colegio secundario de la ciudad. De la ciudad. Y los representantes municipales lo aprobaron por amplia mayoría. Con una conciencia y claridad que pueden notarse en las intervenciones de esos concejales. El anteproyecto fue elaborado por los alumnos y discutido con la ayuda de los profesores Liliana Barzaghi, Javier Membriani y Andrea Tamasi sobre la base del proyecto Identidad Latinoamericana que se propone “asumir la identidad de los medios de simbolización a través de los mecanismos democráticos de participación”.
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Justamente eso así es iniciar el debate sobre nuestra historia para preguntarnos el porqué de tanta crueldad en nuestro devenir que culminó con el método represivo más sádico y perverso de la historia: la desaparición de personas y el robo de niños. Por ahí se comienza. Preguntarnos por qué glorificamos actos de tanta crueldad y cinismo como lo fue la Campaña del Desierto, que terminó con la muerte o la esclavitud de los pueblos originarios y el apoderarse de sus tierras. Los alumnos de la Escuela de Rojas, después de estudiar una profunda bibliografía y discutirla, llegaron a la conclusión, como dice su anteproyecto, de “que el general Julio Argentino Roca fue el principal actor de la llamada Campaña del Desierto, que significó uno de los momentos más bochornosos de nuestra historia nacional, por el etnocidio y el genodicio que se perpetró contra ‘nuestros hermanos los indios’ (como los llamó San Martín) al solo efecto de robarles sus tierras para otorgarlas a unos pocos propietarios” y que “en el término de veintisiete años, el Estado regalase o vendiese a precios irrisorios 41.787.023 hectáreas a 1843 terratenientes vinculados por lazos económicos y familiares a los diferentes gobiernos que se sucedieron en aquel período. De resultas de ello, cincuenta familias llegaron a ser propietarias de más de cuatro millones de hectáreas en la provincia de Buenos Aires. Por ley especial se premió al general Roca con 15.000 hectáreas que se agregaron a las 50.000 que ya se le habían otorgado” y que “la mencionada guerra de exterminio se llevó a cabo con una crueldad que repugna a todo sentimiento humanitario y que se hizo posible gracias al sentimiento de superioridad que nacía del enraizado racismo de toda una clase dirigente: por ello, y sin siquiera cuestionarse, llamaron desierto a un territorio ocupado por aborígenes, a quienes hoy la Constitución denomina pueblos preexistentes”. Y luego, el anteproyecto trae una frase de legítimo derecho: “que a la mirada de los niños y adolescentes no corresponde exponer a quien desempeñó un papel nefasto en la historia otorgándole el lugar que se reserva para los héroes y otros personajes dignos del respeto de los argentinos”.

El debate entre los concejales fue profundo y extenso. Votaron por la afirmativa los concejales María Baldoma, Lila Cohen, Alicia Ferrea y Carlos Blázquez (todo del Frente par la Victoria), Daniel Boyeras, Alejandra Sábato, Carlos Veliz y Juan Piqué (UCR), y Laura Onrubiam de la agrupación 26 de Octubre. En contra, Vicente Escorcia, y Alba Molina (26 de Octubre), Miguel Crespo (Frente para la Victoria). Estuvo ausente el vecinalista Luis Miguel Caso, que antes había señalado que votaría en contra.

En los argumentos de los que votaron en contra está demostrado el absoluto vacío de ideas y de defensa de la ética. Por ejemplo, el concejal Vicente Escorcia dijo: “Un cambio de nombre implica trastornos para quienes habitan en esa calle. Por eso, más allá de que considero que Roca fue un personaje nefasto de la historia, voto para que la calle continúe con el nombre que tiene”. Aquí se podría aducir que, con ese argumento, todas las ciudades alemanas deberían hoy mantener sus principales calles con el nombre de Hitler, para no causar “trastornos” a los vecinos. Elba Molina, que también votó en contra del cambio de nombre, adujo: “Cambiar el nombre de la calle no va a cambiar la historia, no va a eliminar las muertes, y por el contrario, creo que dejarlo nos va a recordar siempre la tragedia de los pueblos originarios”. Con ese criterio, nuestras calles tendrían que tener el nombre de Videla, Massera, Etchecolatz, Astiz, etc. Increíble el argumento de la señora concejal.

Y también el concejal Miguel Crespo repitió ese argumento que bien podría calificarse de oportunista. Dijo, textual: “Creo que dejándole el nombre a la calle Roca mucha gente se va a acordar de que este hombre fue un asesino, y siempre va a estar presente en ese carácter. Por eso voto para que no se le cambie el nombre”. En Rojas, la gente lo llama ahora al concejal Crespo con el apodo de “Pilatos Crespo”.

En cambio, los concejales que defendieron la eliminación del nombre de Roca trajeron copiosos datos históricos de cómo ese militar Roca restableció la esclavitud al anunciar el “reparto de indios”, más los fusilamientos y la quita de los niños a sus madres. Y, claro está, el indiscutible negociado del reparto de tierras entre los poderosos de la época.

La ciudad de Rojas nos ha dado el ejemplo. En nuestra “adelantada” ciudad de Buenos Aires, el macrismo rechazó en comisión el proyecto y hay hasta iniciativas soplonas de aprobar una suma de dinero para limpiar el monumento de Roca de la Diagonal Sur de todas las inscripciones de la sabiduría popular. Pero, por más que la limpien...

Y de lo de Rojas pasamos a otro hecho que dignifica a los encuentros populares y a sus búsquedas de una sociedad más profunda. Ocurrió en Los Toldos, también provincia de Buenos Aires, donde los mapuches hicieron un encuentro con el bello nombre de “Caminata por la defensa de todas las vidas”. La música típica de ellos acompañó al encuentro que llevaba como lema “El habla de la tierra, el agua, el viento y el fuego”. Las invitaciones fueron amplias: a los pequeños productores orgánicos, a ambientalistas, y a otros pueblos originarios. Participaron escuelas y jardines de infantes y abuelos mapuches entregaron a los niños plantines de flores y plantas medicinales, como signo de la diversidad biológica. También se plantó una cortina forestal como símbolo de detener las fumigaciones sobre los campos. Se leyó una página de Verónica Azpiroz Cleñan, donde describe lo que era esa región antes y lo que es ahora. Después detalló la tierra donde vivió su abuelo y lo que es ahora. Dijo: “Ayer fui al campo donde vivió mi abuelo. Encontré una tapera. El campo está sembrado de soja, la tierra ya no es negra. Es grisácea. No hay ya ni caballos. Ni vacas, ni lechones, ni plantas, ni huerta, ni flores, ni pájaros, ni mariposas, ni perdices, ni gaviotas, ni el cielo azul de mi infancia. Me quedé pensando. Está en el recuerdo vivo de nosotros, el modo de producción agraria sin lastimar la tierra, con una producción diversificada, en equilibrio con el ecosistema, con el espacio natural y respetando las fuerzas naturales que dan vida a todas las vidas. Los espacios territoriales han sido transgredidos, contaminados por la fumigación y así, ha sido fumigada nuestra salud, nuestro pensamiento y nuestra vida”. Luego señalará las virtudes de la medicina mapuche, con el uso de 250 hierbas medicinales. “El año pasado –señala– hemos recolectado cerca de 50 especies. Pudimos constatar que las pérdidas de las especies en menos de 30 años son abruptas, que el empobrecimiento de nuestra tierra es atroz por el uso de los agroquímicos.” Y la representante mapuche en su documento se pregunta “¿dónde está garantizado nuestro derecho a vivir y curarnos de acuerdo con nuestra cultura, si la ‘lógica chacarera’ y mezquina sigue peleando por retenciones pero nada dice sobre las enfermedades que nos causa el glifosato para que crezca la señora soja? Y nadie da cuenta de la pérdida de la biodiversidad. ¿Y de la muerte de más de 150 especies de plantas medicinales en menos de treinta años? ¿Por qué callamos sobre la muerte de la diversidad biológica gracias a la soja transgénica?”. Y luego, Verónica terminó con esta fuerte frase: “A la soja le digo fuera, fuera de nuestra tierra”.

Roca señaló que conquistaba esas tierras “para atraer al capital extranjero”. Los pueblos originarios –sus víctimas– defienden hoy las hierbas medicinales. Dos reacciones contra el ritmo impuesto por un sistema económico que hoy está aterrando al mundo entero. Habría que redefinir el sentido de la palabra “progreso”.

FUENTE: PÁGINA 12



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El "Efecto Jazz"



La crisis financiera iniciada en los Estados Unidos y sus grandes "timberos" de Wall Street visto desde la Argentina. ¿Lo podremos ver? jajaja
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11.10.08

The Last Laugh / El que ríe último (Crisis Subprime) Subtitulos Castellano - Excelente...!!





Muy buen sketch de la televisión inglesa, que con su conocido y reconocido cinismo, nos explican de qué trata todo éste despelote de la crisis financiera y de por qué se produjo... y, de paso, sobre quienes son sus responsables directos... o al menos, algunos de los responsables (que, por supuesto, no se hacen responsables de nada... dicho sea de paso)
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3.10.08

Nosotros y los miedos: Bienvenidos al siglo XXI


Esta es una época en la que el miedo es el protagonista principalísimo en la vida de todos y cada uno de nosotros.

Están y estamos los que siempre fuimos miedosos casi por naturaleza, aunque por lo general son miedos que arrastramos desde chicos por causas que suelen estar muy escondidas en nuestros subconcientes. Algunos son exógenos y otros provienen, tal vez, del propio seno familiar.

La timidez, por ejemplo, es para mi un tipo de miedo. ¿Por qué unos somos tímidos y otros tantos son tan desinhibidos? No sé, no estudié psicología. Lo cierto es que sufrí la timidez durante toda mi vida, aunque a estas alturas está más controlada, por suerte…

Pero hay muchos otros miedos que, por sus orígenes, son más perniciosos. Son los miedos que son implantados en sociedades enteras o, inclusive, son globalizados de manera intencionada. Por caso, el tan meneado asunto del terrorismo internacional. Nos quieren vender que un barbudo que aparece cuando a algunos les conviene que aparezca, es la representación terrena del mismísimo demonio y que en cualquier momento va a aparecer para comernos crudos… o como el mismo Bin Laden suele amenazar cada tanto y que jamás cumple, para realizar algún atentado que deje a lo de las Torres Gemelas como un mísero poroto. Por supuesto, Bin Laden no se molesta para nada cuando le atribuyen aquel atentado contra el World Trade Center, a sabiendas de que es una mentira más del régimen agonizante de don Bush y su pandilla. En realidad, siendo Bush y la familia Laden socios en negocios petroleros y otros que seguramente no son nada santos, todo queda en familia y un simple llamado telefónico a su celular hará que el Fu Man Chú moderno grabe algún videíto amenazante. Bah… eso, al menos, es lo que nos dicen CNN y otras yerbas, porque como no entendemos un pepino de árabe, nos transcriben cualquier verdura…

Pero hay otros miedos que tal vez se los considere menores y que tienen el mismo objetivo de dominar a las mayorías. Por caso, en Argentina hace ya tiempo que se machaca día a día, hora a hora en noticieros de toda laya con la “inseguridad”. No digo que no exista, pero lo dicen y presentan de tal manera y tan abundante y repetidamente que generan la sensación de que, en lugar de Buenos Aires, esto fuera cuánto menos, Bagdad.

Armas de todo tipo, perros “cuasi” asesinos del otro lado de las tupidas rejas que encierran a sus propietarios, alambrados de púa al mejor estilo “campo de concentración” (enrollados y todo) y hasta muchos de ellos, electrificados en los que puede morir cualquier chico que vaya a buscar la pelota que cayó justo por ahí y no aquel que supuestamente lo merece, como el eventual ladrón.

Y mil paranoias más que son implantadas cuidadosa y minuciosamente desde los “medios de comunicación independientes”.

El miedo es paralizante, sobre todo cuando se estimula a sentirlo permanentemente y se presenta como algo insoluble. El miedo vende, porque hay toda una industria de la seguridad que no deja de crecer y de facturar, amén de la principal industria de los Estados Unidos: la armamentística (llevando el tema de la “seguridad” a otros niveles, claro. El miedo es la mejor arma de dominación masiva, porque a una masa humana temerosa se le puede vender cualquier programa represivo de gobierno sin que se mosquee en lo más mínimo (si no, veamos cómo el pueblo de EEUU acepta sin chistar que se le reduzcan sus tan propagandizadas y supuestas “libertades públicas”)

Miedo a los ladrones, miedo a las violaciones, miedo al terrorismo, miedo al derrumbe económico, miedo al vecino, miedo al extranjero, miedo al diferente, miedo al miedo… MIEDO. Este es el verdadero protagonista del siglo XXI y es el enemigo a vencer si es que seguimos teniendo un mínimo vestigio de aquellas utopías libertarias de algunas décadas atrás.

En todo caso no nos dejemos paralizar por los miedos, usémoslos para potenciar nuestras voluntades y así tener chance de derrotar a esos miedos y a sus inventores y/o apologistas profesionales.
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"Una pulga no puede picar a una locomotora, pero puede llenar de ronchas al maquinista" (Libertad, amiga de Mafalda)