30.7.12

La sensibilidad gorila (Por Eduardo Aliverti)

Esta es una columna (muy) reiterativa sobre cierto aspecto de los tratamientos periodísticos y su incidencia social. La repetición no se refiere tanto a los hechos puntuales como al tipo de operatoria mediática en que se inscriben. Al autor, aunque sepa o crea entender de qué se trata, no deja de llamarle la atención que maniobras tan elementales continúen siendo un dispositivo enormemente confiable para los medios denominados “hegemónicos”. ¿Tendrán razón esos medios? Puede ser. ¿Será que, en vez de confianza, los guía el carácter de única movida a disposición de sus intereses? Puede ser.

En los últimos días sobresale la reaparición del show de la inseguridad. Debiera suceder que sólo un retrasado mental pueda no darse cuenta de que el subibaja, en torno de ese asunto, responde al grado de ebullición de la temática política propiamente dicha. Mientras el pico de interés lo atravesaba el enfrentamiento oficial con Scioli y la expectativa frente al poder de fuego de Moyano, y un poco antes por las restricciones del acceso al dólar, fue virtualmente imposible encontrar en los grandes medios de la oposición referencias a episodios delictuales. “Sube” la política y la violencia urbana desaparece ipso facto de diarios, sumarios, boletines, flashes informativos. Es más: cuando sube la política –significando tal cosa que el Gobierno podría estar apremiado por adversarios físicos o factores económicos temporales– hasta se esfuma la recurrencia de machacar con la multiplicidad de piquetes. Es irrefutable que hay una vía estipulada para inducir al (buen o mal) humor popular. Y es más tarde cuando aparece el debate de si eso quiere decir que se pauta cómo piensa la gente o sólo de qué tiene que hablar. Una amplia encuesta nacional de circulación reservada, efectuada a mediados de este mes, señala que inflación, pobreza-miseria y salarios bajos son resaltados, como factor de preocupación, por casi el 50 por ciento de los argentinos. Sin embargo, la “economía” –esto es, la confianza final en cómo o quiénes conducen, sea por convicción o por default de las alternativas– es mencionada, con rango de inquietud, en menos del 8 por ciento de los consultados en todo el país. La ecuación permite trazar una analogía con la turbación por la inseguridad, y así también lo explica la muestra: con una oposición político-profesional inmóvil, quedan expuestos más fuertemente los conflictos internos del kirchnerismo/peronismo. Dicho en otras palabras y simplísimo concepto, se habla nada más que del oficialismo porque el resto no existe. Los medios opositores reman contra esa corriente, con artimañas que son igualmente lamentables y que alcanzan su cúspide en la protección al procesado Mauricio Macri.

El jefe de Gobierno capitalino es un portento de inutilidad, como pocas veces se ha visto. El colega Luis Bruschtein lo estampó con precisión en su columna de este diario, hace un par de sábados. “Un político como Fernando de la Rúa hacía la plancha, se dejaba llevar por el plano inclinado, pero tenía buena prensa que le hacía fama de buen administrador. No hacía casi nada mientras la situación de los que tenían menos era cada vez peor. A De la Rúa le hicieron fama durante su desempeño en la Ciudad de Buenos Aires. Esa aureola de buen administrador le sirvió de plataforma para llegar a la Presidencia y, ya en ella, se dejó llevar por ese plano inclinado, como lo había hecho antes. Siempre fue el mismo, tanto el de la supuesta eficiencia en el gobierno porteño como el que después no encontraba la puerta para salir del estudio de Tinelli. El mismo que no pudo encontrar la puerta para salir de la crisis.” Macri está en eso, aunque los medios de comunicación que le son adictos, bien antes por necesidad de apostar a lo que sea, contra los K, que por la seducción ejercida por un vago, se empeñen en lo contrario. Rechaza hacerse cargo de los subtes si Nación no se los da con todas las refacciones concluidas. Rechaza pagar la cuenta de la luz porque la quiere con subsidio. Rechaza hacerse cargo de la basura que le manda al conurbano. Lindo liberal, Macri. Con esa estela de que papá me pague todo, para que yo después administre.

Se supone que –a la hora, entre otras, de elegir cargos ejecutivos– la gente, o mucha gente, hace cuentas más totales que parciales. De hecho, Cristina, o este modelo, o esta forma de ejercer el poder a contramano de las recetas neoliberales, vienen de sacar más del 55 por ciento de los votos. Antes de que eso ocurriera, y antes de que en las primarias de hace apenas un año conquistara un porcentaje menor, las operaciones y manipulaciones de prensa en contra del Gobierno eran tanto o más furibundas que en el presente. Muchas, precisamente, se basaron en ese drama de la “inseguridad” que la prensa hace aparecer y extinguir, de sus grandes letreros, como si durante un período pudiéramos ser México, al siguiente Suiza, después algún bajo fondo del Este europeo y al rato Noruega. Otros manejos, a falta de candidato opositor destacado en quien depositar la dirección del efectismo, trabajaron –igual que ahora– lo que podría definirse como torsión de desgaste por el desgaste mismo. Es decir, perforemos y después veamos con qué y quiénes se sigue, mientras lo que siga no sea la yegua, sus montoneros reciclados y, sobre todo, la corrupción gubernamental. Esto, la corrupción, es particularmente interesante de abordar como capital simbólico de la oposición mediática y de la sensibilidad gorila. Si la cuestión pasa por lo concreto del perjuicio a los bolsillos pudientes y clasemedieros, no hay avería alguna. Durante el kirchnerismo los ricos son, por lo menos, tan igual de ricos como en cualquier parámetro epocal que quiera tomarse. Los bolsones de clase media que expresan el sentimiento más antiperonista, históricamente, tampoco pueden quejarse de su andar económico. ¿Qué es, entonces, lo que tanto los agobia? ¿De dónde procede semejante furia? Esos sectores, que fueron culo y calzón con los milicos, con el menemato, con la tablita cambiaria, con el uno a uno; esos especímenes a los que nunca les va mal, “salvo” si pierden de ganar demasiado o cuando quedan encerrados en corralones y corralitos que son el producto de las fiestas promovidas o aceptadas por ellos, ¿de qué corrupción se indignan? Así fuera que el kirchnerismo deja muchos flancos sospechosos en el mando de los fondos públicos, ¿con cuál autoridad moral vienen a escandalizarse? Debe decirse, ya para cansarse, que la cólera de esos tilingos se debe mucho más a la amenaza percibida, en torno de sus fortunas patéticas, que a las acechanzas reales. No debería poder creerse que procesistas, menemistas, macristas y habitantes por el estilo del zoológico de la salvación individual vengan a gemir por el autoritarismo de Guillermo Moreno, las dudas sobre Boudou-Ciccone o el uso de la plata de los jubilados para hacer caja distributiva. Los gangsters ideológicos y operativos del curro monumental de las AFJP llaman a conmoverse por el uso de los fondos previsionales. Los apropiadores de Papel Prensa se plantan en atalayas moralistas. Los traficantes corporativos, que se valieron de las prebendas del Estado para concretar negocios descomunales, acusan al Gobierno de practicar capitalismo de amigotes. Quienes compran ese discurso de los pretendientes a periodismo franciscano, ¿se lo creen? El firmante piensa que sí. No está seguro de que en el fondo de los fondos no se dejen lugar para dudas; pero sí que, en caso de habérseles suscitado alguna, la apartan y subsumen en convencerse de que están verdaderamente jodidos. El síndrome de vanidad podría ser una explicación. Sectores medios, imbuidos de odio de clase y temor por la pérdida de sus privilegios, se construyen una amenaza que la prensa retroalimenta. En consecuencia, y según lo demuestra, entre tantos signos, la pavura por el control cambiario entre quienes se relacionan con el dólar a partir de espectáculos ajenos (para no hablar directamente de los que no vieron un dólar en toda su vida), hay una obra de ficción en la que se regodean sus fantasmas.

La política y las relaciones sociales se desarrollan con hechos específicos. Pero también con imaginaciones.

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17.7.12

Rajoy: la "destrucción creativa" del neoliberalismo.

Lean el interesantísimo artículo de Xavier Sala i Martín sobre la crisis española. Lo publicó y, poco después, su nota fue retirada de la versión digital del periódico La Vanguardia (Barcelona). Recordar que para el economista Joseph Schumpeter la dinámica del capitalismo se basaba en las supuestas virtudes de la "destrucción creativa." Lo que nunca imaginó este autor es que en esa ecuación la parte destructiva superó con creces a lo creativo. Y no sólo en España, sino en todo el mundo.


COMO DESTRUIR LA ECONOMÍA
DE UN PAÍS LLAMADO "ESPAÑA Y OLÉ"

AUTO SUICIDIO, de Xavier Sala i Martín en La Vanguardia 17-06-2.012
ARTÍCULO CENSURADO Y RETIRADO DE LA VERSIÓN DIGITAL DE LA VANGUARDIA.

A ver. Pensemos...

Si el peor enemigo de un país diseñara un plan para destruir su economía, ¿qué haría?

Pues supongo que intentaría desacreditar sus instituciones más importantes para sembrar la desconfianza entre los ciudadanos y que estos dejaran de consumir e invertir.

La estrategia podría empezar por desprestigiar a la primera autoridad (sea rey o presidente de la república) llevándole a cazar elefantes con una señorita alemana.

En medio de la cacería le obligaría a resbalar y a romperse la cadera para que tuviera que volver urgentemente a su país.
Así todo el mundo vería cómo se gasta decenas de miles de euros en un momento en que sus conciudadanos se hunden en la miseria.

Para rematar la faena, forzaría a un familiar próximo (por ejemplo, un yerno) a apropiarse de millones de euros explotando su influencia y luego expondría sus travesuras a la luz pública.
Es importante empezar sembrando dudas sobre la conveniencia de mantener en el poder a la primera familia del país.

A continuación exigiría a los miembros del Parlamento que siguieran una regla simple:

“Vota siempre lo contrario de tu adversario incluso cuando tiene razón e incluso cuando propone lo mismo que proponías tu en la anterior legislatura”.

Es crucial que la ciudadanía pierda la confianza en su clase política.

Seguiría con los más altos órganos del poder judicial.

Por ejemplo, haría que el presidente del Tribunal Supremo y del Consejo General del Poder Judicial se gastara dinero público para pasar fines de semana románticos en la Costa del Sol con su chófer (masculino).

Una vez malversado el dinero filtraría las facturas para desatar el escándalo y, acto seguido, haría que los jueces compañeros pusieran trabas a la investigación para proteger a su amigo.

Intentaría que eso pasara justo en el momento en que alcaldes, presidentes de comunidades y parlamentos y altos cargos de las administraciones del Estado están siendo juzgados por corrupción… ¡por esos mismos tribunales!

La desconfianza en la justicia es el mecanismo más seguro para hundir a un país.

Una vez desacreditado el jefe del Estado, las altas esferas de la política y la justicia, iría a por las élites económicas.

Aquí se podría lanzar un ataque contra uno de los empresarios más prestigiosos del país, posiblemente un banquero, destapando unas cuentas con miles de millones de euros en Suiza y, una vez destapado, haría que el Gobierno no le castigara.

Además, indultaría a uno de sus altos ejecutivos previamente condenado por sentencia firme (SANTANDER).

El siguiente paso consistiría en dilapidar miles de millones de euros de dinero público para evitar la quiebra de unos bancos y cajas por amigos, parientes y correligionarios políticos.

Y lo haría justo en el momento de pedir sacrificios y recortes de miles de millones a los ciudadanos.

Es esencial que la gente confunda libre mercado con amiguismo incestuoso entre poder empresarial y político.

Sin abandonar el terreno económico, obligaría al Banco Central y a la Comisión Nacional del Mercado de Valores a autorizar la salida a bolsa de uno de los mayores Bankios del país, a sabiendas de que estaba arruinado.

Eso haría que miles de ciudadanos perdieran sus ahorros comprando acciones de una empresa que ya estaba muerta antes de nacer.
Para hundir a un país, hay que conseguir que la gente de a pie pierda sus ahorros y que las entidades supervisoras que (en teoría) les protegen, contribuyan a su ruina.

Y finalmente, pondría a un gobierno incompetente a la hora de gestionar problemas económicos.
De hecho, lo haría durante dos legislaturas seguidas y con partido distinto en cada una de ellas.

Eso demostraría que la incompetencia no es de un solo partido sino de la clase política en su conjunto.

Los sucesivos gobiernos negarían las crisis económicas y echarían la culpa de todo a los extranjeros malignos.

Como traca final, haría que las autoridades europeas rescataran al sistema bancario del país y obligaría al presidente del Gobierno a negar repetidamente que se trata de un rescate.

También le forzaría a mentir argumentando que el rescate no tiene condiciones (o sólo “condiciones favorables”), cosa que los mismos europeos negarían unas horas más tarde.

Eso refrescaría la memoria de todos, recordándoles que quienes mandan son los mismos que mintieron con los “hilillos de plastelina” y las “dos vías de investigación”.

Es más, cuando la sociedad pidiera la comparecencia del presidente ante el Parlamento para dar explicaciones, le obligaría a decir (sin que se le escapara la risa) que su agenda internacional está tan llena que no hay tiempo para ir al Parlamento… y acto seguido cogería una avión oficial y me lo llevaría a ver un partido de fútbol con cargo al contribuyente.

La mofa y el escarnio llegarían a todos los rincones del planeta: “You say tomato, I say bailout”.

Esa sería la puya final ya que, unida al desprestigio de todas las grandes instituciones del país, eliminaría toda esperanza de salir del profundo agujero.

Los ánimos de la ciudadanía se hundirían, por fin, en la más profunda depresión.

Y ese sería el plan que diseñaría el peor enemigo de uno.

¡Sí! Ya sé que es tan retorcido, maquiavélico y exagerado que parece improbable que nadie nunca lo pueda llevar a cabo…

Pero nunca digas nunca porque siempre puede aparecer un país de pandereta cuyo peor enemigo sea él mismo y cuyas instituciones, todas y cada una de ellas, estén dispuestas a desprestigiarse a sí mismas ante el asombro del mundo entero, para conseguir el objetivo común: ¡el autosuicidio!



Xavier Sala i Martín,
Universidad de Columbia, UPF i Fundació Umbele.
(http://www.salaimartin.com)



Fuente: Atilio Borón.com.ar
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10.7.12

Se ríen de España y de los españoles

Como hace algo más de 10 años se reían de Argentina y de los argentinos... ¿recuerdan?

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Por Juan Torres López

Leer las páginas económicas, o incluso solo las portadas, de los medios se está convirtiendo en un ejercicio de puro masoquismo: no hay manera de disimular el ridículo que está haciendo España.

Hace un mes que se aprobó el rescate de la banca española que según Rajoy resolvía el problema de nuestra economía y que mereció una surrealista felicitación del rey Juan Carlos. En este tiempo ha habido cumbres y varias reuniones de los ministros de Economía pero hasta el momento no se han fijado ni las condiciones concretas, ni qué cantidad exacta se precisa, ni cuándo comenzará a ser efectivo. Se hacen declaraciones contradictorias diciendo un día blanco y otro negro pero siempre se insiste en lo mismo: hay que seguir rebajando gastos y derechos y reduciendo los ingresos de los trabajadores. Lo que era la solución resulta que lo ha empeorado todo y nadie, sin embargo da cuentas de ello.

Se han reído de nosotros. El objetivo es salvar a la banca alemana, que es lo que de verdad les interesa, pero quieren hacerlo con las máximas garantías y eso obliga a que el rescate sea uno definitivo, directamente sobre la economía española y con la garantía directa del Estado. El de los 100.000 millones para los bancos no era sino una salva porque resulta infumable: nadie puede entender que si es a los bancos a quien hay que rescatar se haga responsable de ello a los ciudadanos en su conjunto. Por eso, para provocar el grande, están dejando que nos precipitemos al abismo, no porque la cuantía de nuestra deuda pública sea excesiva, como dicen, sino porque nos atan de pies y manos y nos empujan ante los inversores. Simplemente haciendo lo que está haciendo el Banco Central Europeo, nada de lo que haría un banco central auténtico, bastará para que seamos intervenidos en poco tiempo y para que nuestra economía sea puesta bajo control directo y permanente de los acreedores alemanes. Queda muy poco tiempo para que las comunidades autónomas se declaren sin liquidez y para que el propio Estado, con tipos en los mercados superiores al 7% u 8% se reconozca incapaz de hacer frente a sus compromisos de pago. Esa es la secuencia inevitable que producen las medidas que se están tomando.

Si lo que quisieran de verdad fuese salvar a nuestra economía y al euro no harían lo que están haciendo ni nos seguirían obligando a tomar medidas que van a hundir más la demanda, la generación de ingresos, o incluso la posibilidad de que paguemos la deuda que dicen querer que paguemos. Si desearan realmente frenar la presión de los mercados bastaría que el Banco Central Europeo fuese lo que no es, y que se adoptara una estrategia de creación de actividad y empleo para toda Europa en el marco de un pacto global de rentas, pero es que no buscan eso. Quieren que la prima de riesgo siga subiendo para extorsionar más fácilmente y acelerar lo que revestirán como una situación de emergencia que no admita retóricas. Se ríen de nosotros porque lo que van buscando es someter a nuestra economía y no a salvarla en un marco de cooperación y unión europeas.

La última tomadura de pelo de quienes se pasan todo el día diciendo que hay que respetar a los mercados y dejarlos que actúen con plena libertad ha sido salvar una vez más la cara de los bancos permitiendo valorar sus activos a precios “razonables” en el marco de una agencia inmobiliaria sui generis, como ya adelantamos que harían en nuestro libro Lo que España necesita. Es decir, que una vez más se pasan por el forro lo que establecen libremente los mercados que tanto dicen respetar: si el precio razonable no es el que fijan los mercados ¿para qué puñetas sirven? Se ríen de nosotros porque una vez más nos están robando delante de nuestra mismos ojos.

En España es nuestro propio gobierno quien se ríe de nosotros engañándonos sin piedad.

El ministro de Economía alaba sin descanso a las autoridades europeas, agradece sus propuestas razonables y jura y perjura que haremos todo lo que sea necesario para contentar a los mercados, porque es lo que más nos conviene. Pero, justo al mismo tiempo, el de Asuntos Exteriores suplica al Banco Central Europeo (donde hemos perdido la influencia que teníamos, aunque tampoco podamos decir que la hayamos utilizado precisamente a nuestro favor) para que intervenga contra los mercados y ponga formes a los especuladores. Un alarde de discurso coherente y de sincera estrategia compartida. El ministro de Hacienda, que ya ocupa la cartera por segunda vez, reconoce que ha de subir el IVA porque es un incompetente que no sabe hacer que todos paguen lo que tiene que pagar y Cospedal se consolida como la mayor y más desvergonzada demagoga del reino. Ahora carga contra la función pública sin caer en lo que ella tendría que ser la primera en recordar: que en España hay menos trabajadores públicos en relación con la población activa total que en la media de los Quince, que se gasta menos en retribuirlos, que nuestro sector público es bastante más reducido que el de los países más avanzados y competitivos de nuestro entorno, y que esos seres despreciables a los que se refiere y a los que ya está poniendo en la calle son los maestros o los médicos de los hijos de familias que no pueden pagarse servicios privados, por cierto, casi siempre de peor calidad que los públicos a pesar de que disponen de más recursos y de que no asumen todas sus cargas. Y olvidando, sobre todo, que la función pública con la que quieren acabar fue la mejor e imprescindible solución para evitar que las oligarquías de los partidos (de las que ella forma parte) se hicieran dueñas del Estado en perjuicio de la mayoría de la población.

Pobre España y pobre pueblo español, tan silencioso y obediente. Vibra de patriotismo cuando gana La Roja pero enmudece cuando le roba una potencia extranjera o cuando su gobierno le miente y le traiciona.

Fuente: Blogs Publico.es
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"Una pulga no puede picar a una locomotora, pero puede llenar de ronchas al maquinista" (Libertad, amiga de Mafalda)