Hay dos tangos que ilustran en cierta forma el tema del que voy a decir algo ahora. Claro, se trata de poesía y tiene otro sentido... pero vienen bien.
Uno dice: "Las callecitas de Buenos Aires tienen ese no sé qué, ¿viste?" (Yo me tomo la licencia de cambiar "callecitas" por "vereditas" en éste caso.
El otro hace una especie de acusación: "Cruel en el cartel, la propaganda manda cruel en el cartel..."
Transitar como peatón por ciertas zonas de la ciudad de Buenos Aires se torna por momentos una especie de Misión Imposible.
Los porteños ya estamos bastante habituados a tal situación y tenemos nuestra cintura entrenada para hacer gambetas permanentemente.
No se ve tanto en las zonas residenciales, pero en los centros de los barrios y sobre todo en el centro de la ciudad, es algo que si nos detenemos a observar quedaremos pasmados.
No entiendo cómo es que las personas con discapacidades motrices o visuales pueden moverse por las vereditas nuestras de cada día. ¿Pueden?
Columnas de alumbrado público, postes de televisión por cable (una por cada empresa que presta ese servicio), quioscos de diarios y revistas que dejan un corredor libre de no más de un metro, quioscos de flores, refugios para pasajeros de colectivos con más espacio para los carteles publicitarios que para el cobijo de las personas, los queridos árboles (bienvenidos sean...), los carteles que los comerciantes sacan para promocionar sus negocios y que suelen ser puestos estratégicamente en el medio del paso y que tienen dimensiones considerables en muchos casos, los autos que usan la vereda como playa de estacionamiento, las motos, los vendedores ambulantes y algunas cosas más que seguramente se me pasan por alto. Por supuesto, el estado de unas cuantas de éstas veredas que no es el mejor. Lo angostas que son en las zonas más céntricas que obligan a la gente a bajar a la calle en los horarios de mayor movimiento.
No quiero ni imaginar las penurias que deben pasar las personas discapacitadas que mencionaba antes. Seguramente se arriesgarán a andar por allí si no les queda otra alternativa porque de lo contrario podrían ser considerados como masoquistas.
Ahora se ven más seguido las rampas para discapacitados que se movilizan en sillas de ruedas. Al menos en las zonas más transitadas. Pero el problema es que muchas de ellas no están bien diseñadas ya que queda un escalón pequeño para nosotros, pero difícil de superar estando a bordo de una silla de ruedas.
En las zonas menos comerciales las veredas son más amplias y más despejadas de obstáculos y cartelería, pero también es cierto que en muchos lugares el estado de conservación deja bastante que desear y hay menos rampas para discapacitados.
Buenos Aires sería mucho más bella de lo que es si se atendiera ésta cuestión. No sólo es, claro, una cuestión de estética... sino de que ganaría en belleza por ser algo más "humana".
Otro asunto que me saca de quicio es la polución o contaminación visual. La anarquía en éste sentido es también apabullante. Carteles de todas formas, medidas y colores en los lugares menos aconsejables y hasta más insólitos y peligrosos.
Edificios que son muy hermosos quedan totalmente desvirtuados cuando se le colocan inmensos cartelones en sus fachadas o terrazas. Los comercios que en muchos casos colocan carteles en elevación que ocupan hasta la mitad de la calle (sobre todo se ve esto en el Gran Buenos Aires). Los ya dichos carteles que cada comerciante coloca frente a su local, los que estàn en las paradas de colectivos, en las carteleras al borde de las avenidas, más la mezcla de colores, estilos y tamaños de los que cada negocio pone en sus frentes.
Edificios que son muy hermosos quedan totalmente desvirtuados cuando se le colocan inmensos cartelones en sus fachadas o terrazas. Los comercios que en muchos casos colocan carteles en elevación que ocupan hasta la mitad de la calle (sobre todo se ve esto en el Gran Buenos Aires). Los ya dichos carteles que cada comerciante coloca frente a su local, los que estàn en las paradas de colectivos, en las carteleras al borde de las avenidas, más la mezcla de colores, estilos y tamaños de los que cada negocio pone en sus frentes.
Pero hay otros que son particularmente peligrosos. Los que están en las avenidas de tránsito rápido. Un caso de estos es la Av. Lugones. Hoy quedan unos 10 o 12 (por decir un número, porque no me puse a contarlos), pero en la época del menemismo era una continuidad de carteles que no tenía fin.
¿Por qué digo que son particularmente peligrosos? Sencillo: la publicidad tiene como objetivo primordial llamar la atención de la gente para que lean las bondades del producto que ofrecen. Para llamar la atención se utilizan muchos recursos como señoritas muy lindas y con pocas ropas, colores llamativos, etc. Además, las dimensiones de dichos carteles. No es lo mismo uno de 1 metro por 2, digamos... que los enormes artefactos montados en la Lugones o en los cruces de avenidas con la General Paz. A ojo podría decir que cada uno de ellos no mide menos de 10 X 15 metros.
Cuando alguien conduce a 100 km por hora (suponiendo que se respete la velocidad máxima permitida en la Av. Lugones), desviar la mirada por un segundo por un cartel que atrae nuestra atención puede ser fatal.
En fin, Buenos Aires es una preciosa ciudad... pero a veces intoxica.