Suelo sorprenderme cada vez que descubro que aún mantengo cierta capacidad de asombro.
Por estos días se habla de la posible "prisión domiciliaria" para el odontólogo Barreda, que hace unos años asesinara a toda su familia (su mujer, sus dos hijas y su suegra).
No me importa ni es el propósito mío ahora analizar o considerar el trato que las mujeres le daban a Barreda, que fue supuestamente el detonante de su estallido de locura. Nada justifica semejante masacre.
A lo que voy es a algunas declaraciones de personas entrevistadas por la televisión. Posibles vecinos del múltiple asesino, si es que le conceden ese beneficio.
Escuché al menos a 3 personas decir que estaría bien si le permiten cumplir el resto de la pena en el domicilio de su nueva novia porque "ya pagó".
Cabe recordar que en ese mismo barrio (Belgrano) vive un asesino mucho peor que Barreda (el dictador Videla) y pocas quejas se escucharon, también.
En un país donde está todo el mundo asustado con la inflación que se reavivó en los últimos meses, Barreda pagó bastante barato por acribillar a mansalva a toda su familia.
Claro, es que también es el mismo país donde a un ladronzuelo de estéreos se lo puede linchar en la calle o, llegado el caso, matar a balazos por algún "justiciero", como el famoso ingeniero Santos.
No sabemos si el dólar seguirá cotizando a $ 3,17, $ 3,20 o a $ 1,50... pero ahora ya sabemos a cuánto cotizan cuatro vidas: valen menos que un estéreo para automóviles.