Hace unos días me llegó éste correo de mi hermano sobre algo que, por el momento en que me llegó, vimos al mismo tiempo en la televisión. Creo que él lo graficó mejor que mi simple pero sonora carcajada...
Anoche miraba televisión en compañía de mi hijo mas chico, Amilcar. Entre mediocridad y mediocridad, en el momento dedicado al bombardeo publicitario, aparece un espacio desde el cual se hacen recomendaciones para prevenirse de la supuesta epidemia de ese supuesto virus de críptico nombre que todos hemos tenido ocasión de leer en múltiples lugares. Entre las recomendaciones más o menos lógicas apareció una que me llamó particularmente la atención. Decía mas o menos esto : si va a estornudar o toser en publico, tápese la boca con el codo…. Les aseguro que lo intenté múltiples veces, pero no lo logré. Tuve la tentación de achacarlo a mis años, en los que irremediablemente fui perdiendo plasticidad en los movimientos, y ganado rigidez en las articulaciones. Pero luego de quedar casi exhausto en el intento, me di cuenta de que es definitivamente imposible, mecánicamente hablando, aunque yo hubiese sido una estrella del Circo du Soleil…. Allí llegué a una nueva conclusión. Si los ciudadanos trataran de seguir al pie de la letra estas recomendaciones del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, muy pronto la epidemia de gripe se transformaría en una pandemia de gente con todo tipo de problemas en las articulaciones, fundamentalmente en los brazos y hombros, una buena tarea para los traumatólogos. Seria conocida en el mundo como la epidemia de los codos revirados. Yo siempre pensé que los argentinos somos gente muy creativa. No hay dudas. Pero esto de anoche me dejó pensativo, después de que me recuperé del ataque de risa que tuvimos con Amilcar durante un buen rato tratando de taparnos la boca con el codo. Les dejo la inquietud. Quizás ustedes puedan resolver este dilema inquietante que nos plantea esta propuesta tan inteligente de las autoridades sanitarias de la ciudad.