26.5.10
África, 50 años después (Ricardo Martínez Vázquez)
Hoy (25 de mayo), Día de África, es una buena ocasión para reflexionar sobre el estado del gran continente negro, sobre su destino 50 años después de esa especie de big bang que se produjo en 1960 en el sistema internacional, cuando se abrió la olla a presión de las independencias del gigante vecino. La fecha es un símbolo muy especial para un continente que ha sufrido durante siglos, marcado además por dos grandes tragedias: la trata de esclavos y la colonización.
El 1 de enero de 1960, cuando Camerún accedió a la independencia como el primero de los 17 estados que se proclamarían soberanos ese año, sólo había cinco estados independientes en África subsahariana: Etiopía (imperio desde el siglo X a.C., república desde 1974, que nunca fue colonia); Liberia (creada por esclavos libertos en 1847 y tampoco colonizada); la Unión Sudafricana (creada en 1910, aunque hasta 1991 estuvo bajo el régimen del apartheid); y los pioneros de la descolonización en África, Ghana, con Kwame Nkrumah (1957), y Guinea, con Sekou Touré (1958). En los sesenta, otros 15 estados africanos accedieron a su soberanía plena y nueve más en la década siguiente, incluidas las cinco colonias portuguesas en 1975. Sólo quedarían Namibia (1990) y Eritrea (1993), aparte del Sáhara occidental.
Este proceso se produjo en plena Guerra Fría y transformó gran parte de África en un nuevo escenario de confrontación de las potencias. Surgieron importantes desequilibrios que distorsionaron el proceso e impidieron que la nueva África se integrara en las estructuras mundiales de ámbito económico, financiero, comercial y político. Algo que siguen reivindicando hoy, como manifestaron los miembros africanos del Club de Madrid en Accra en noviembre de 2009, y que pone en duda, para muchos africanos, la realidad de las independencias.
Para explicar la situación actual del continente hay que recordar que, por una parte, África partía de muy diversos sistemas tribales, de clanes y de relaciones de dominación en esas claves. Algo que justifica el rechazo a un modelo impuesto por los europeos que no acabó de asimilarse y que, además, generó desigualdades e injusticias. Pero también hubo múltiples elementos importados, exógenos, como nuevas formas de dominación neocolonial, siempre con el control de las materias primas o con intereses estratégicos como guía. Todo con un denominador común: conseguir un gran beneficio económico a costa del empobrecimiento creciente y sistemático del continente. Los síntomas: fomento de la corrupción, la dictadura y la tiranía en las que las élites confunden el erario público con su patrimonio personal y se perpetúan en el poder a través de sucesivos golpes de Estado, guerras, caos y estados fallidos.
Cincuenta años después de las independencias, y en palabras de Makhily Gassama, “la paradoja de África es que, siendo rica en recursos humanos y naturales, esté empobrecida y debilitada, y viva de la asistencia”. Además, la frustración es enorme desde que la globalización lleva a todos los rincones del planeta las muestras de la opulencia del Norte.
Sin embargo, sí hay lugar para la esperanza y, a pesar de las dificultades, hay modelos ejemplares en África. Los procesos democráticos se van consolidando en este enorme continente, de manera que hoy, a apenas dos días de los últimos comicios en Etiopía, tenemos elecciones más o menos transparentes en todos los países africanos. El turismo, muchas veces ligado a conceptos como sostenibilidad y género, contribuye a la progresiva mejora de las economías africanas, al tiempo que el continente establece relaciones de igual a igual con sus vecinos, una vez finalizada la era en la que el paternalismo era la única manera concebible de tratar con el socio africano. El Mundial de fútbol llega a Sudáfrica marcando también un hito histórico en el devenir del continente, que por primera vez es sede de un evento de esta envergadura.
En el aspecto económico, África puede felicitarse porque, en un momento de crisis económica global sin precedentes, prevé recuperar las tasas medias de crecimiento de 4 ó 5% que tuvo de media en esta década, las mejores de los últimos 25 años. Además, cuenta con las comunidades económicas regionales y la Unión Africana, instituciones que contribuyen a consolidar la estabilidad en el continente y que defienden los principios democráticos y los derechos humanos.
La esperanza se abre paso y atraviesa el continente desde Sudáfrica, de cuya evolución puede depender el futuro del continente, con vecinos estables como Namibia o Botsuana, hasta Angola o Mozambique. No olvidemos a Ghana, el sistema democrático posiblemente más transparente de todo el continente. O a Cabo Verde, que ha conseguido abandonar la categoría de país menos adelantado con esfuerzo y coherencia.
España está apoyando todos estos esfuerzos, siempre de la mano de los países africanos. Así lo consagra el Plan África, resultado del consenso de las fuerzas políticas y de todos los actores y que conocen bien los africanos que luchan por ver cumplidos sus ya viejos sueños de independencia. Nuestra responsabilidad es no decepcionarlos y esforzarnos en conocer a los que viven entre nosotros y a los que esperan, dentro de las fronteras de sus países, que mostremos un interés real por sus existencias y sus expectativas de futuro. Nuestro deber es intentar comprender África de la mano de esos ciudadanos africanos que se encuentran entre nosotros, que se organizan cada vez mejor para colaborar en el progreso de sus países y también del nuestro.
Ricardo Martínez Vázquez es director general de Casa África
Ilustración de Jordi Duró
Fuente:Dominio Público