2.1.12

Un cierre con dos lecturas (Por Eduardo Aliverti)

La enfermedad de Cristina le pone al cierre del año una angustia que contrasta con el panorama socialmente apacible, e intelectualmente muy atractivo, observado en diciembre.

Cuatro factores contribuyen, sin embargo, para que esta zozobra tenga dimensiones menores respecto de lo esperable y sucedido en otros casos. Por empezar, y como lo reconoció en forma unánime la prensa opositora, la información oficial fue clara, precisa, contundente. No se jugó al misterio. No se dejó espacio para especulaciones jodidas. Fue la propia jefa de Estado quien desdramatizó el cuadro en su primera aparición pública tras la noticia, hasta el punto de permitirse bromear consigo misma y con el vicepresidente. Hay un pronóstico de curación que los especialistas, sin excepciones, califican como altamente favorable. Y por último, o ante todo, rige la confianza que despierta esa fortaleza ya demostrada de esta mujer excepcional. Así, a secas, cualquiera fuere la valoración política que su figura despierte; incluyendo el odio, porque no se odia a un mediocre. Estas características del episodio y de la persona afectada no deben minimizar lo inquietante de la situación, pero sí habilitan a que se pueda y deba proseguir con el análisis político general. O en otras palabras, no es que no pase nada. Es que la claridad informativa, la ciencia y las
particularidades de Cristina compelen a que se siga el ejemplo, en vez de sumirse en una depresión inconducente.

El año que se va termina políticamente como empezó. Es un dato en extremo significativo, porque en medio de esa realidad -vista a escala nacional- pareció haber otra. Desde los primeros comicios, catamarqueños, y luego en los sucesivos provinciales, hubo la demostración de que el favoritismo por lo K sería concluyente.
Contra toda la prédica del grupo periodístico otrora hegemónico, esa evidencia se veía venir. Pero la cortó el triunfo de Macri y la extraordinaria elección del semialfabetizado líder de Los Midachi. Las huestes de Magnetto & Cía se refregaron manos y sentimiento de venganza. Hablaron de “hundimiento” del kirchnerismo; de fin de ciclo; de todo aquello que ya los había hecho sentir invulnerables durante el conflicto con la gauchocracia. Estaban en eso cuando llegaron las primarias, para desayunarse con sapos y culebras. Lo que pensaban obvio se desnudó como fantasía, aunque el suscripto insiste con su teoría de que la meta jamás fue ganar. Quisieron condicionar, que por cierto es una variante de triunfo pero no implica poder directo. Se les cayó todo, comenzando por que, sin el esposo, Cristina quedaría en deriva anímica y política,
obligada a negociar. Nunca supusieron que algún impresentable de la oposición ocuparía lugar expectante. Sabían que Duhalde es hace tiempo un cadáver político, el sanluiseño una extravagancia chistosa y Carrió una pérdida del sano juicio. De últimas, pusieron piezas simiescas en Binner pero no más que para amortiguar. Las fichas se empujaron entre sí y los mismísimos sectores del establishment -salvo  Clarínadmitieron que es Cristina o un abismo de control complicado. A más, y según se corresponde con la historia, los peronistas díscolos fueron alineándose con la jefatura irrebatible surgida de las urnas. Acaban el año tunéandolo a Moyano en contra del Ejecutivo, justo cuando la CGT no corta ni pincha salvo para bravatas cuyo resultado no es otro que el aumento de la popularidad presidencial. Las tribus de la clase dominante se prosternan ante la certidumbre de que no hay mejor conducción capitalista que la vigente. Las atemoriza, naturalmente, a dónde podría irse a parar con esto del relato rebelde, la renacida politización de franjas juveniles, el devalúo de los referentes mafiosos con quienes pudieron negociar toda la vida. Tienen cosquillas intensas pero no pueden hacer mucho porque, encima, los vientos regionales también les operan en contra. Así ocurriera que las tempestades de la crisis financiera mundial afecten a la Argentina todavía básicamente agroexportadora, la capacidad de amistad popular y movilización entronizadas en el kirchnerismo, o como desee denominarse a este modelo o proyecto, lleva varios cuerpos de ventaja sobre el chirle dinamismo de la derecha.

Ese diagnóstico -que comparten casi todos los referentes políticos, empresariales, sociales, culturales- facultó que en la despedida de 2011 haya pensamiento crítico, potenciado, desde el propio palo K. Carta Abierta, sin ir más lejos, reconoce que Moyano no es el enemigo y que sus reivindicaciones, aristocracia obrera aparte, son lo mínimo que debe esperarse del aliado corporativo-sindical de un gobierno populista (en
el mejor sentido de la expresión). Los reaccionarios de siempre están como bola sin manija, tomándose de alguna grieta dejada por intelectuales como Feinmann El Bueno; o de las imágenes prácticamente eternas de una provincia como Santa Cruz, a la que se le dio por hacer confluir un gobernador inepto y unas conducciones gremiales arrebatadas.

Vamos a terminar en primera persona del singular y con una analogía que a quien habla le llevó un rato de decisión, por temor -no del todo despejado- a que pudiese considerársela de gusto dudoso. Pero, al cabo, primó que no tiene por qué haber dudas sobre mi buena leche. Entre los tantos médicos escuchados en estas horas, registré -término más, término menos- la siguiente frase: “Si uno supiera que le tocará tener cáncer, y pudiera elegir, debería elegir el que le tocó a Cristina, porque está a la cabeza de los curables”. Entonces pensé en la sinonimia entre esa aseveración profesional y lo que llamaríamos un orden aproximadamente justiciero de las cosas políticas, en función de los merecimientos personales. O sea, y por más que suene a berretada mística: si a Cristina le tocó otra prueba grave, pero siendo que no tan grave como para tumbarla,
debe ser porque se merece más oportunidades de seguir haciendo lo que hace bien. Debe ser porque, vamos Nietzche todavía, lo que no destruye fortalece. Debe ser porque este país necesita esa fortaleza de esta mujer, que es institucionalmente más grande que la de todo el resto político junto. Debe ser que no es bueno que se penda del hilo de una conducción tan personificada, pero que a la vez hay las etapas históricas en que eso es imprescindible para continuar avanzando. No hace falta ser un cientista político para advertir que la enfermedad de Cristina conmocionó a todo el arco dirigencial -derecha recalcitrante incluida- no sólo por lo que la noticia provoca per se sino, en el caracú, porque nadie quiere imaginarse, ni muchísimo menos asumir en cuanto a responsabilidad de mando, lo que podría pasar si al frente de este país no está esta mina. Será que si en lo individual toca la mala aunque no tanto, en la política debe ser que esa puerta abierta indica el camino más adecuado.

Lamento terminar probablemente más cursi que profundo.

O quizá, y ojalá, deba festejarse que sea al revés.

Fuente: Marca de Radio
"Una pulga no puede picar a una locomotora, pero puede llenar de ronchas al maquinista" (Libertad, amiga de Mafalda)