"Esperemos a que termine el discurso de Cristina y después salgamos con las cacerolas".
Este es el texto que circuló vía mensajes de texto por los celulares ayer, 17 de junio antes de que Cristina Kirchner hablara en Cadena Nacional y en el que anunció, entre otras cosas, el envío al Congreso de la Nación de un proyecto de ley para tratar el tema de las retenciones móviles a las exportaciones agropecuarias.
Debora Pérez Volpi, la periodista de Radio Mitre, comentaba esta tarde que una vecina le mostró un mensaje que había llegado a su teléfono celular en forma anónima y sin siquiera dejar ver su número de teléfono. Es el que transcribí al comienzo.
No sólo es cuestionable que se envíen éste tipo de cadenas de mensajes o e-mails de manera anónima, sino que lo que comunicaba impunemente era que no importaba lo que la presidenta dijera (bueno o malo), que fuera lo que fuere había que salir a manifestarse en contra.
Afortunadamente, nadie respondió a semejante estupidez... o hijoputez, como se lo quiera interpretar.
Como ya se sabe, el cacerolazo (que admito que fue bastante importante en cantidad de gente y que no juzgaré ahora si fueron justificados o no) no fue espontáneo para nada, como insistentemente se nos decía por la televisión. Fue organizado con éste mismo sistema de mensajes de texto y de e-mails anónimos y masivos.
Me encantaría ver que cualquier ciudadano que tenga algo que decir en favor o en contra de alguien, lo haga dando la cara. De frente, asumiendo las consecuencias a favor o en contra de su actitud.
Que no se amparen en las sombras. Es ser muy miserable y cobarde.