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Quienes tenemos por costumbre prender la radio (nótese que no digo oír) o ver televisión a horas muy tempranas recibimos un alud de muy detallados crímenes, violaciones, robos, estupros, asaltos, linchamientos, muertes casi todas violentísimas y por regímenes y maneras que harían avergonzar al Chicago de los años 30 cuando Capone, bate en mano, hacía justicia con su propia mano. Por entonces no había la cantidad de “periodistas” que se deleitan describiendo estas chapuceras masacres ni locutores o cronistas que pugnaran por grabar o filmar las lloriqueantes expresiones de los damnificados. Noticias casi no hay porque no son atractivas para el morbo colectivo. En cambio la sangre, violaciones y crímenes sí “venden”.
Si usted hiciera un cálculo y extrajera de los “noticieros” matutinos, casi sin excepción, los minutos otorgados al festival de sangre, daríase cuenta que es poco lo que resta para cotidianeidades como que una ex empleada debió lavar los pies de su ex jefa una congresista de piernas pecosas; de un idiota vendedor de calaminas que propone un “pacto ético” para que el narcotráfico no ingrese a la política (como si semejante negocio estuviera regido por protocolos o licencias); o para que nos comenten que la renovación por tercios del Establo sí constituiría una tabla de salvación de semejante corporación que, como escribiera Manuel González Prada, hasta el caballo de Calígula se avergonzaría de formar parte.
Entre los programas, mal llamados noticieros, es de micras la diferencia, todos responden al patrón hemo-institucional de subrayar una violencia cada vez más extendida por todo el país. A la buscona tara de indagar por los detalles más escabrosos en Lima, ha sucedido, otra muy similar que en provincias pretende “igualar” el canibalismo capitalino. ¡Hasta en eso se nota el centralismo cerebral que tiene aherrojado al Perú en una cárcel más inmensa que el daño que producen todos sus ladrones, los proletarios y los de cuello y corbata en los ministerios, Establo y empresas públicas! Por eso, que mueran acribillados oficiales del Ejército en el VRAE, luego de más de 25 mil caídos por el terrorismo demencial, no solivianta como debiera a los grupos llamados pomposamente “partidos políticos”. ¿Ha notado cómo las sucesivas administraciones regalan desde Palacio el patrimonio nacional y los Establos hacen leyes para adornar con toneladas de frases la claudicación, desde hace largos lustros?
La llamada indiferencia nacional pareciera haber tocado fondo. La excepción emocionante la dieron múltiples personas que al paso de los oficiales muertos en el VRAE y que fueran enterrados hace menos de 48 horas, aplaudían el paso de los féretros, concitando, de ese modo, la tan necesaria solidaridad militante e indignación furiosa frente a tanta ineptitud. ¿No es hora que pulvericemos a los criminales de toda laya, a los que disparan desde el violentismo como a los que roban desde el escritorio y cobran puntualmente cada fin de mes? Más fácil es decirlo que hacerlo, no obstante o el Perú acomete la pelea contra la corrupción en todos los niveles, incluyendo al periodismo y a todas las organizaciones, o simplemente prosigue cuesta abajo la rodada, ese atrabiliario derrotero al caos más deplorable.
¿Cómo se sentirán los zombies que leen “noticias” a veces mal redactadas o que resienten el paso de la brutalidad menos galana posible? Ayer escuché que el tenor Galindo deseó haber compartido escenario con la famosa soprano “estadounidense” María Callas. El nacimiento griego de aquella extraordinaria cantante es un asunto inobjetable como que la bestialidad del locutor no le permitió distinguir entre Norteamérica y Europa.
Más aún, pocos días hace que, asombrado, tomé conocimiento que Bolívar había completado la independencia del Perú y que fue parte de una época gloriosa. El idiota que leyó cansinamente la “crónica” no sabe que el venezolano generó los dos problemas limítrofes que Perú debió –y aún tiene- que acometer por decenios: Ecuador por el norte y Chile por el sur. No sólo eso, la fatuidad megalómana de Bolívar y su alfil contumaz, Sucre, crearon Bolivia y expectativas falsas y a posteriori, el jefe de las tres hermanas y Colombia en su capitanía, declaró la guerra al Perú. ¡Así de simple!
Vomitivo cuanto que indigesto el envión matutino que da la televisión limeña que funge de nacional. Con un pórtico tan discutible como la industria de la sangre, se violentan los derechos humanos de millones de personas que tienen derecho a mirar el porvenir, construir el futuro y hacer de sus vidas, destellos respetables y no mojones al despeñadero.
¡Atentos a la historia, las tribunas aplauden lo que suena bien!
¡Ataquemos al poder, el gobierno lo tiene cualquiera!
¡Rompamos el pacto infame y tácito de hablar a media voz!
¡Sólo el talento salvará al Perú!
Herbert Mujica Rojas
Periodista. Sus crónicas diarias se encuentran en «Señal de Alerta». Responsable de publicación de la sección «Páginas Libres», artículos de opinión y análisis de la actualidad latinoamericana. Trabaja para diversos medios de comunicación desde Lima, Perú.
FUENTE: Red Voltaire